Vamos a hablar del nacimiento de lo que se puede denominar la narrativa histórica, ya que no podemos decir que sea propiamente historia en ese mundo un tanto proteico que llamamos ahora “el próximo oriente” de Egipto, Mesopotamia e Israel.
¿Qué es lo primero que tenemos que tener para que en un texto nos hable de un pueblo oprimido, de un dios, de una memoria que tiene ese pueblo de haber sido libre, de una promesa de una tierra en la que no habrá que trabajar, un paraíso? Estamos hablando de textos relativamente próximos a nuestra cultura, 500-600-700 años a.C.). Esto viene de la memoria y viene de la posibilidad, como dice Platón, de retener la memoria, de construirla incluso a través del lenguaje. No hay memoria en el sentido judío, sino hay palabra. Si hay algún pueblo que ha dado importancia a la palabra ese es el pueblo judío. Y tan importante es la palabra que el Dios que va a liberar al pueblo judío, crea con la palabra.
La posibilidad de la historia comienza con la posibilidad de la escritura y de la medición del tiempo.
En cualquier caso, para que haya palabra y memoria hace falta que se den las condiciones de ordenar la memoria y de formalizar la palabra. Es posible que podamos recordar a través de la tradición oral pero, como dicen los romanos, las palabras vuelan y lo escrito permanece, luego hacía falta un instrumento para que la memoria pudiera generarse. Ese instrumento es la escritura, es decir, la formalización de la palabra en un material que pudiera ser susceptible de reproducirla cuando hubiera desaparecido el hablante, incluso todos los hablantes.
Y hacía falta otra cosa: la capacidad de ordenar los recuerdos, cosa que no se hace si no se dispone de un sistema de medica del tiempo. Por tanto, para que haya memoria, que es, por decirlo de alguna manera, una de las condiciones para que haya historia en un sentido de relato histórico (no estamos hablando aquí de historia científica, que ya pertenece al siglo XVI) un tipo de ordenación de la memoria, hace falta computar el tiempo y hace falta disponer de una escritura. En cualquier caso, no se puede hablar de prosa escrita hasta finales del siglo VI a.n.e.
Bueno, pues durante muchísimo tiempo vemos que en los albores de nuestra civilización occidental hay un enorme trabajo por intentar cumplimentar estos dos aspectos que son los fundamentales para que haya algo así como un relato histórico. La posibilidad de escritura está muy relacionada con el material. Se usa piedra, arcilla, cuero, y finalmente papiro, que se considera como la material más sencilla sobre la que escribir porque las otras son difícilmente asequibles o son difícilmente transportables.
Y en cuanto a la medición del tiempo, también nos encontramos con un larguisimo proceso. Probablemente hasta el siglo XXVIII antes de nuestra era, no tenemos constatación de que hubiera una representación como la que tenemos nosotros ahora del año de 365 días más o menos. Durante mucho tiempo, el tiempo no se estuvo contando desde el punto de vista de la evolución del Sol, que es lo que permite establecer estos 365 días, repitiendo mediciones a lo largo de muchos años, sino de la luna porque tenía relación con algo que sí ocurría en la tierra y que eran los periodos de la mujer. Eso día la primera idea de regularidad y así se empezó a computar el tiempo por lunas. Luego, la observación fue mayor y se empezó a computar los procesos de acercamiento y alejamiento del sol. Sin medición del tiempo y sin escritura no es posible memoria formalizada, que tenga algo que ver con lo que luego hemos llamado historia, porque todavía no estamos hablando de historia.
En el Egipto clásico no hay narrativa histórica.
Un pequeño paréntesis sobre la escritura. Como occidentales y salvo el caso de los jeroglíficos egipcios, estamos acostumbrados a que no halla una relación icónica, es decir, de forma, entre lo que se representa y lo representado. Es decir, lo que hacemos es una reproducción fonética escrita. Lo que aparece es la reproducción de la fonética que empleamos, no de la imagen que tenemos del objeto. Esto es algo de tradición semítica judaica. Debemos pensar que en ese mismo momento de la escritura cuneiforme que es una cosa intermedia y los jeroglíficos que también lo son, hay toda una cultura oriental que ha optado por el otro sistema, donde la escritura tiene un valor fonético pero también un valor icónico. La escritura cuneiforme sobre arcilla se desarrolló en el IV milenio a.n.e.
Es decir, que cuando un chino escribe la palabra mesa está viendo la mesa. Esto supone una gran diferencia porque, entre otras cosas, va a dar lugar a una enorme escansión entre la cultura oriental y la occidental porque casi todas las culturas orientales han estado muy influenciadas por la cultura china. Esta diferencia es importante porque la escritura de representación fonética, a diferencia de la icónica, permite la interpretación, cosa clave en la cultura judía. ¿Qué quiso decir Yahveh cuando dijo………..?, ¿qué quiso decir Jesús cuando dijo……….? Ahí, entre Yahveh y Jesús, entre los profetas y nosotros está el “sacerdos”, el sacerdote, “el que interpreta”.
¿Qué es lo primero que nos encontramos cuando hacemos encajar esta conexión entre escritura y medición del tiempo? Pues nos encontramos con listas. La primera cosa que genera la memoria son relaciones, anales, es decir, representaciones escritas de la cronología y hechos principales de los faraones; la primera de las cuales es del 2.750 a.n.e. (Piedra de Palermo) y en la que ya se citan algunos eventos contemporáneos a los nombres citados. Es decir, lo primero que hace un faraón es construirse su tumba o su pirámide y manda inscribir su historia y, a continuación, según le convenga, pone unos precedentes y es frecuente que el faraón siguiente borre todo y ponga otros. La memoria no sólo es interpretable, según el sistema de escritura, sino según los intereses. Anales es lo que encontramos. A veces pequeños relatos de gestas de monarcas. Progresivamente, algunos escribas reales fueron escribiendo relatos acerca de las hazañas de sus monarcas (vg. El de Thutmosis III, 1480-1448 a.n.e.)
Mesopotamia
En Mesopotamia prácticamente pasa lo mismo con una pequeña diferencia y es que allí convive este tipo de relato, si se puede llamar así a los anales, con la redacción de una serie de poemas que han tenido mucha importancia en la propia tradición israelita, como el mito de la creación o la epopeya de Gilgamesh (2000 a.n.e), que son prácticamente precedentes del Génesis. Es decir, hay una tradición que habla de tiempos míticos, de dioses y que ni actualmente consideraríamos históricos, pero que sí supone un enorme desarrollo de una escritura multi-interpretativa.
Aun así, estos poemas sirven, como el código de Hammurabi (siglo XVII a.n.e.), de fuentes para la historia antigua. Es decir, no es que se puede contar mucho sobre la manera de vivir y de representarse la sociedad que puedan tener los mesopotámicos si simplemente nos fijamos en el código de Hammurabi pero este código puede dar pistas sobre qué clase de relaciones sociales existían entonces, puesto que nos habla de conflictos y de resoluciones.
Es decir que ni en Egipto ni en Mesopotamia podemos encontrar nada que se parezca mucho a lo que nos vamos a encontrar en Israel y, por supuesto, a lo que luego vamos a encontrar en Grecia, que es un tipo de relato donde se explique una serie de acontecimientos según unos órdenes cronológicos y con abundancia de detalles que, en Grecia, en el caso de Herodoto, puede llegar a ser etnografía por las magníficas descripciones de personajes, vestimentas, costumbres, etc.
Por tanto, esquemáticamente, podemos decir que el gran trabajo que egipcios y mesopotámicos hace con relación a la historia es el de permitir la progresiva matización de un sistema de escritura, en el caso egipcio de un sistema de cómputo y medición del tiempo y en el de los mesopotámicos a un tipo de escritura que no es meramente de anales, sino que ya empieza a genera mitología, es decir, comienza a ubicar sus propios pueblos en términos mitológicos. De dónde vienen, qué dioses han influido en la creación de la tierra y del agua, ese tipo de cosas que van a aparecer ya muy ordenadas en la tradición judía del Génesis.
Israel
¿Qué es lo que aporta la literatura judaica a lo que hemos dicho? Aporta dos cosas fundamentales: un sistema de escritura muy completo, que se aprende continuamente y que se sigue aprendiendo aun hoy. La segunda cosa es, como decía antes, una forma, un esquema de ordenar los relatos. Hasta entonces, hay algo de esto pero no algo tan claro y esto es tan claro porque lo que añade la cultura judía a lo mesopotámico, que toma mucho de ello, es la idea del tiempo subjetivo, que también tenemos nosotros y que puso en evidencia el filósofo Henri Marceau, que no es sólo el tiempo subjetivo de cada uno, sino que es el tiempo subjetivo como colectividad, lo cual refuerza la memoria.
Es decir, lo que va a hacer la historia judía, los libros de tradición judía, no es tanto (que también) hablar de una cronología. En realidad les va a interesar muy poco la cronología, de hecho, no hay ni un solo dato en la Biblia sobre años, sino que les interesa el tiempo subjetivo como pueblo. Se sabe, aunque no sepan cuando, que hubo una creación, un episodio de Noé, etc. no lo datan pero tienen la aportación de la subjetividad colectiva, cosa que también va a pasar en nuestra cultura. Frente al tiempo de los acontecimientos, el tiempo nuestro como pueblo, o como clase, o como grupo social o como cuadrilla.
La literatura judía reunida en torno al Antiguo Testamento (Biblia) es un compendio variado de escrituras diversas que comienza a escribirse sistemáticamente en torno al siglo X a.n.e. De las tres partes en que se han clasificado las escrituras judías (La ley, Torah o Pentateuco, los libros de los profetas y los escritos, el Éxodo de la primera parte y algunos libros de los Reyes (Samuel, David, c.g.) tienen cierto valor histórico. También hay que destacar la obra de Flavio Josefo (siglo I de n.e.) caudillo de la rebelión judía contra los romanos, que escribió Las guerras de los judíos y las antigüedades de los judíos.
La combinación de un tiempo subjetivo y un sistema de escritura muy hábil permite la prolongación de un esquema que empieza literalmente con la creación del mundo, en el Génesis y llega en cada momento hasta donde llega. En este esquema, el judío siempre se presenta en una fase de esclavitud y de opresión. Siempre va a estar con un Dios, en un estado de pureza originaria, del cual se salió por desobedecer y olvidar a Yahveh y siempre hay una tierra prometida delante.
Este esquema ha resultado muy importante para la historia, que se comienza a hacer en el siglo XIX, de los pueblos de Europa. Va ser una especie de plantilla que va a dotar a la historia de un carácter retórico revolucionario. Es evidente que el esquema trifásico lineal del judaísmo es revolucionario, es todo lo contrario que evolucionario, porque siempre se está mal y siempre hay que tirar para adelante es un esquema que otorga a la historia la facultad de ser historia ad-probandum. No se trata de que nosotros vayamos a ser libres porque estamos oprimidos, sino porque la historia demuestra que fuimos libres.
Este nuevo esquema aparece en el siglo XIX pero hasta entonces nadie que no haya sido libre podrá serlo.
muchas gracias pude aser mi tarea, es mucho lo que se puede aprender en esta pajina,y es bastante interesante ala vez