Penélope estaba casada con Ulises y era la más virtuosa y tierna de las esposas. Así, se puede adivinar cuáles eran sus añoranzas mientras duró la prolongada ausencia de Ulises y también cuál fue dolor y sus temores cuando, después de tantos años, comprobó que su esposo no regresaba con los otros príncipes de Grecia.
Penélope y Ulises
Penélope espera el regreso de su esposo
La hermosura de Penélope, su talento y sus virtudes, habían atraido a Itaca numerosos pretendientes que se esforzaban en persuadirla de que su esposo seguramente había muerto y que debía casarse de nuevo. Penélope eludía hábilmente sus encuentros y rehusaba sus peticiones. Pero cada día aumentaban los importunos y, llenos de audacia, habían ya invadido el palacio, instalándose en él, prodigando los festines y disponiendo de todo como verdaderos señores.
Telémaco y su madre Penélope
Penélope se vio obligada a ceder en apariencia; los convocó y declaró que estaba resuelta a elegir esposo entre todos ellos tan pronto como hubiera acabado de bordar la tela que confeccionaba para envolver el cuerpo de su suegro Laertes, cuando este anciano, consumido por las enfermedades, dejara de existir.
Penélope durante el día se entregaba a su tarea con la más viva asiduidad, pero cada noche deshacía lo que durante el día había bordado (¿es que los pretendientes eran tontos?). Gracias a este artificio pudo entretener a los pretendientes durante tres años consecutivos (y sigo preguntando ¿es que los pretendientes eran tontos?). Traicionada al fin por una de sus esclavas, vióse obligada a acabar la tela.
Habían transcurrido hasta el momento veinte años desde que Ulises partió de su lado. Penélope había agotado ya todas sus ardides y todos los medios de dilación. Los pretendientes demostraban una impaciencia sin igual y su cólera se traducía en lamentos y reproches instándola con estas palabras:
“- Hora es ya, hermosa Penélope, de que os decidáis. Si el rey, vuestro esposo, existiese aún, seguramente habría vuelto. Las aguas del mar deben haberlo engullido junto con sus oficiales. ¿Por qué, pues, guardar fidelidad a unos manes insensibles? El estado necesita un caudillo.
– Ay de mi- contestaba Penélope,- ¿por qué me proponéis tales cosas y por qué me acosáis de esta manera? Os conjuro a que esperéis aún un poco más. La muerte de un héroe como Ulises causa sensación; la noticia de su fallecimiento habría llegado a mis oídos. Tal vez, arrojado por las olas a alguna isla desierta, vuelve sus ojos hacia Itaca esperando solamente que un viento favorable le permita volver. No obstante, y ya que el Estado necesita un jefe, he aquí el arco de Ulises. Sólo un héroe es capaz de manejar este arco; aquel de entre vosotros que pueda doblarlo será mi esposo.”
Una de las criadas reconoce a Ulises (aún camuflado) cuando vuelve a Ítaca
Penélope sabía a qué género de hombres afeminados proponía tal desafío; ellos aceptaron. El pueblo acudió en tropel a su palacio. Cada uno de los pretendientes se esforzó por salir vencedor de la prueba decisiva. Penélope, tranquila entre los espectadores, sonreía bajo el velo y se felicitaba de aquel procedimiento que debía librarle de tantos importunos. En efecto: ninguno de ellos consiguió lo propuesto; el arco rebelde resistió a sus débiles manos.
Penélope porta el arco para la prueba
Un hombre mal vestido y de un porte vulgar, cruza entre la multitud y se presenta en la lid asegurando a grandes gritos que lo doblaría. La gente apenas le hace caso. Él insiste, invoca la equidad de los jueces, las leyes del combate y la palabra dada por la reina. No se le puede negar lo que él pide.
Toma el arco en sus manos y al primer esfuerzo lo dobla, mientras exclama, mirando al pueblo estupefacto:
“- Reconoced por este acto de vigor a vuestro rey Ulises, esposo de la casta Penélope- y después, recogiendo algunos dardos y dirigiéndose a sus súbditos, añade – Amigos, seguidme; exterminemos esta raza de insolentes y parásitos”.
Revuelta donde vemos a Ulises con su arco
La revolución fue instantánea; todos los pretendientes, excepto el cantor Femio, fueron asesinados. El anciano Laertes halló nuevamente un hijo, Telémaco un padre y Penélope su esposo muy amado.
Y fueron felices y comieron perdices. Posteriormente, Penélope se quedó sin su Oscar por interpretar “Volver”.
Penélope y Ulises celebran el reencuentro
Pero que gracia me hace el final de la historia.
Le valió la pena a Penelope su fidelidad y espera, al final llegó su Ulises. Y desde luego, sus pretendientes muy espabilados no eran, al no sospechar durante tres años porque no crecía su labor.
Jaja
Me encanta esta historia y como está redactada, es que me partí de la risa con lo de si eran tontos!!! Y también me encantó el comentario final. Me gustó encanta!!