El Rey Cristianísimo sentía inquietud, molestias y dolores “por un tumor que le había aparecido en el trasero; ha guardado cama todo el día.” De esta manera lo anotó en su diario un aristócrata cortesano en febrero de 1686. Sentía molestias al andar, le dolía cuando se sentaba o si montaba a caballo parecía que su trasero iba a estallar, y con él todo el cuerpo. De esta manera, un eclipse anal enturbiaba la vida del Rey Sol.
Le aplicaron ungüentos y cataplasmas, le suministraron purgas, le impusieron a severos regímenes alimenticios… y nada. Algunos de esos remedios le produjeron efectos contraproducentes. El rey no pudo seguir sus actividades normales diarias. Quiso trabajar, despachar, pasear, cazar… Y trabajó, despachó, paseó y cazó… pero a un ritmo pausado y siempre acompañado de esa fístula que le jodía de lo lindo.
Pero antes de continuar, cabe remarcar que en el siglo XIX, uno de los grandes expertos en historia de Francia, Jules Michelet, le dedicó tanta relevancia a este asunto, que llegó a mencionar que el asunto de la fístula supuso un antes y un después en la vida y el reino de Luis XIV, y por ende, en la historia europea; hoy las interpretaciones de los historiadores van orientadas por otros derroteros.
Un día se encontraba replegado, otro tumbado en cama, el siguiente recibiendo tratamientos médicos… Los rumores se propagaron. Para empeorar las cosas, los embajadores transmitieron noticias (contradictorias) y desazón a la corte. El rey de Francia se encontraba enfermo. Luego estaba mejor. Posteriormente empeoraba. Hoy se ha dignado a salir y ha impuesto sus manos a un batallón de escrofulosos. Tan poderoso con los demás y tan incapacitado consigo mismo. Los más valientes relataron que se encontraba a las puertas de la muerte. Hasta corrieron rumores de que había fallecido, hecho que supondría cambios importantes en Europa.
Pero no era así, ya que Luis XIV estaba vivo y coleando, aunque jodido, tremendamente jodido. Y en su interior comenzaba a desesperarse, maldiciendo su condición humana, mientras apremiaba al médico real, D’Aquin, a que hallara una solución. Se comentó que se ensayaban sobre otros enfermos de la misma dolencia, potingues y remedios varios para después aplicar los más exitosos al soberano.
Pero nunca apareció la cura milagrosa. D’Aquin llegó a sugerir el realizar un viaje al balneario de Barèges, por lo que comenzaron a preparar el equipaje. Más tarde se estudió si merecería la pena exponer a Su Realeza al castigo de un periplo de doscientas leguas para ensayar un dudoso remedio. La corte, que había comenzado los preparativos refunfuñando, respiró con alivio cuando se anunció que el viaje se suspendía.
El único remedio era la cirugía, aunque ésta no era de agrado al Rey. «Por miedo», llegó a anotar en secreto y con mucha mala leche un caballero en su diario. «Porque podría ser una operación peligrosa», se dijo de manera oficial.
El que sí estaba cagado de miedo era el cirujano del Rey, Charles Félix de Tassy, ya que nunca había operado una fístula. Eso sí, decidió ganar experiencia en un «tour de force«, pidiendo que mandaran a París a todos los pacientes con problemas en su trasero. Y de esta manera comenzó a operar fístulas a diestro y siniestro, llegando a confeccionar un bisturí especial. Se confeccionó en plata, y a partir de entonces, fue el bisturí real.
A final, el desesperado rey decidió rendirse a la operación. El 17 de noviembre, cuando regresó de Fontainebleau, se encontró fastidiadísimo en su paseo por los jardines de Versalles, durante el cual debía mantener su aspecto distinguido, mientras su culo restallaba de dolor a cada paso. De esta manera, convocó una reunión secreta con todos los médicos y planeó la operación para el día siguiente.
En la mañana del día 18, a las ocho, entraron en la habitación real médicos y cirujanos que contemplaron cómo el rey “dormía profundamente, prueba fehaciente de la tranquilidad de su alma”, anotó D’Aquin en sus documentos. Le despertaron y tras preguntarle si estaba preparado, el monarca se arrodilló a los pies de la cama, rezando en silencio mientras elevaba los ojos al cielo y murmuraba: “Dios mío, me pongo en vuestras manos.”
Retornó a su camastro, y adoptando la postura correcta (esperemos que no fuese en pipiriculo), dio la orden a Félix para comenzar la operación. El rey no gritó y dijo solamente «¡Dios mío!» cuando se le practicó la primera incisión, dando un ejemplo de entereza y valor. Más tarde “le dijo a Félix que no escatimara corte alguno, que le tratara como al más ínfimo particular de su reino.”
El cirujano Félix siguió con la intervención, corte aquí, incisión allá, envuelto en un sudor frío. Para finalizar la operación, se le practicó una sangría en el brazo, ya que era la ilustre forma de recobrarse tras una intervención quirúrgica, debilitando el cuerpo con una nueva y abundante efusión de sangre. Entonces el rey pudo recuperar su vida habitual con relativa normalidad. Ese mismo día, la ceremonia para levantarse tan sólo se llegó a retrasar una hora y esa misma tarde, tras la comida, acudió a un consejo.
Otra nota a destacar, es que el cirujano del rey, Charles Félix, estuvo expuesto a tanta presión durante la cirugía, que desde entonces le quedó un temblor en la mano para toda la vida. Era broma… tan sólo sufrió estos temblores en sus manos a raíz de un trastorno nervioso cuando llegó a la vejez, pero la primera versión fue la que pasó como leyenda porque quedaba mejor.
El restablecimiento, sin embargo, fue largo y aconteció no sin contratiempos y hasta finales de diciembre de 1686 no se notificó de manera oficial la curación total del soberano.
que loco lindo post
salu2
Como algo tan pequeño puede joder a tanta gente XDXD
Saludos Gorgonitas.
Pobre hombre lo que sufriría por la fistula. Y anda que el médico menuda responsabilidad.
Tenemos suerte por haber avanzado tanto la medicina.
El rey no gritó y dijo solamente “¡Dios mío!” cuando se le practicó la primera incisión, dando un ejemplo de entereza y valor. Más tarde “le dijo a Félix que no escatimara corte alguno, que le tratara como al más ínfimo particular de su reino.”
si claro, la zarta de madrazos que habra proferido… que pasaría si escribieran la verdad jejejeje