En los días veraniegos de agobiante calor, cuando no sopla nada de viento, el sudor permanece adherido a la piel y crea una molesta película de aire húmedo que dificulta la labor de las glándulas sudoríparas.
El abanico, así como el ventilador, nos ayudan a combatir el calor. Al abanicarnos, formamos una corriente aérea que remueve y retira el aire humedecido que envuelve la epidermis. Esto facilita la evaporización del sudor y, por consiguiente, hace que sintamos un agradable efecto refrigerante.
Una cosa tan simple y vaya si refresca.
Es muy interesante porqué nos refresca.
No me acostumbro a llevar un abanico en el bolso, pero hay ocasiones en las que lo echo de menos.