El Imperio mongol nació en el año 1206, cuando un guerrero llamado Temudjin consiguió unir a todas las tribus mongolas bajo su mandato y subió al trono con el nombre de Gengis Kan, que significa «Emperador de todos los hombres».
Gengis Kan nació en el seno de una poderosa familia aristocrática que por motivos políticos, se vio obligada a vivir en la indigencia. Su participación en pequeñas incursiones con jóvenes en su misma situación le proporcionó fama y poder.
Inmediatamente después de hacerse con el poder, Gengis Kan empezó una campaña militar que le llevó a enfrentarse con todos sus vecinos, extendiendo el territorio de su imperio hasta convertirlo en uno de los más grandes de la historia. Al fin, Gengis Kan murió de enfermedad en 1227, en plena guerra contra Xia Occidental.
Gengis Kan hizo correr la voz de que disponía de unos perros de caza especialmente fieros que habían sido criados sólo con carne humana. Parte de su estrategia de conquista era hacer correr la noticia de su fiereza y salvajismo, para infundir miedo en sus enemigos. En la foto un mastín tibetano, la raza que criaba Gengis Kan.
Tras la muerte de Temudjin, sus seguidores siguieron expandiendo las fronteras cada vez más grandes del imperio. Se llegaron a conquistar civilizaciones tan importantes como la persa y la china, así como amplias regiones de Rusia.
Se hizo un intento de invadir Europa, pero cuestiones políticas internas obligaron a los ejércitos mongoles a volver a su propio territorio. Bajo el tercer Gran Kan, Mongolia llegó a conquistar el Califato Abasi de Bagdag, pero pronto empezaron los problemas.
El sistema de gobierno, basado en la rápida expansión, fomentaba las discrepancias entre las tribus, por lo que el Imperio se dividió en pequeños kanatos que empezaron a luchar entre sí.
Los mongoles aseguraban poseer un carro especial construido con un metal mágico que no podía ser atravesado por ningún arma conocida. ¿Blindaje en el siglo XIII?
El Imperio mongol, como tal, desapareció a finales del siglo XII, aunque su influencia sobre los territorios que había conquistado duraría siglos.
Uno de los grandes secretos de la arqueología es la localización de la tumba de Gengis Kan, que aún no ha sido encontrada. Según la leyenda, fabulosos tesoros acompañan al soldado Temudjin en su viajes al otro mundo. Algunos aseguran que ese tesoro está compuesto por las armas fabulosas que le permitieron conquistar medio mundo en apenas 20 años.
Pero todo apunta a que en realidad el soberano no quiso ningún tipo de ostentación en su última morada: ni las pirámides ni monumentos que pudieran posteriormente servir para ubicar su sepulcro. Quizá la razón fuera la creencia ancestral de que las almas de los muertos pueden ser destruidas si sus cuerpos son desenterrados.
Uno de los textos más importantes de la mitología mongol es la Épica del rey Gesar, una historia de aventuras con profundas raíces alegóricas en el budismo tibetano que narra el origen del mundo. Mucha de la simbología que acompañó a Gengis Kan estaba tomada de aquel mítico rey Gesar.
Según la leyenda, para evitar el saqueo de su propia tumba, Gengis Kan ordenó que le enterraran en un lugar de difícil acceso, y luego sus hombres de confianza mataron a los 800 soldados que, con sus caballos, construyeron el túmulo funerario en un misterioso paraje llamado Burjan Jaldún.
El lugar ha permanecido durante más de 750 años en paradero desconocido, hasta el año 2001, cuando una excavación llevada a cabo por arqueólogos mongoles y japoneses dio con las ruinas de un palacio y un mausoleo que podrían formar parte de la tumba del gran guerrero. Aun así, todavía no se ha demostrado que sea la tumba real de Gengis Kan ni dónde está su paradero.
Un reciente estudio concluyó que una de cada 200 personas vivas es descendiente de Gengis Kan. Al parecer, el gran guerrero se desposó con 35 mujeres, lo que, unido a sus aventuras amorosas, hizo que tuviera más de… ¡1.000 hijos! Por supuesto, no los conoció a todos…
Gracias por la historia.
Interesante la Historia de Gengis Kan, recomiendo la pelicula » El Mongol», bastante buena.