Se llamaba Abi Amir Muhamad, nació en Torrox (Málaga) en una familia árabe con posesiones en Algeciras y pudo haberse convertido en un próspero comerciante, pero el futuro Almanzor cambió su destino cuando decidió marcharse a Córdoba a estudiar jurisprudencia y literatura. Al frente del califato se hallaba entonces un muchacho de 11 años llamado Hisam, hijo del fallecido califa Al-Hakam II y de la concubina Subh de Navarra, pero quien gobernaba de verdad era el todopoderoso ministro Yafar al-Mushafi.
Abi Amir, que había iniciado su carrera política como escribano del cadí Ibn al-Salim, supo hacerse valer y logró ser recomendado a al-Mushafi, quien le nombró administrador de la sultana Subh y después de Hisam. Una vez estrechados los lazos con la familia gobernante, comenzó su imparable ascenso: en 979, ya como visir y tutor del joven califa, apartó a al-Mushafi de la corte y, con el apoyo del general Galib, logró que Hisam, dedicado a la vida piadosa, le nombrara públicamente primer ministro plenipotenciario.
Con el control político en sus manos, y apoyado por su guardia personal –un verdadero ejército bereber que hizo venir de África–, se deshizo también de Galib para apoderarse del mando militar. A su regreso a Córdoba, Abi Amir recibió el título de al-Mansur bi-Allah(el victorioso de Dios), Almanzor “en cristiano”. Desde entonces y durante más de 20 años ejerció el poder absoluto en al-Andalus y puso en marcha un programa de reformas en la administración civil y militar que proporcionó tranquilidad y bienestar a sus súbditos. Amplió la mezquita de Córdoba, embelleció la ciudad y trasladó el gobierno a Medina-Zahara, mientras guerreaba sin tregua contra los cristianos en los territorios del norte peninsular.
Las crónicas hablan de 57 expediciones victoriosas con las que extendió el dominio musulmán a buena parte de la Península, imponiendo fuertes tributos a los reyes de Navarra y León. Los ataques de Almanzor llegaron hasta Barcelona (985), Coimbra (987), Sahagún y Eslonza (988), Santiago de Compostela (997) y Pamplona (999). Estas campañas motivaron la creación de una alianza cristiana contra al-Andalus que salió derrotada en el año 1000. En sus últimas correrías, Almanzor atacó el monasterio de San Millán de la Cogolla (1002) y, cuando regresaba a Córdoba, falleció en las cercanías de Medinaceli (Soria). Le sucedió en el gobierno su hijo Abd al-Malik.
Córdoba a sus pies
Durante su mandato, Almanzor ordenó la ampliación de la Mezquita cordobesa y embelleció la ciudad, al tiempo que guerreaba contra los cristianos en el Norte.