En el campo de la traducción podemos encontrar distintas especialidades que se determinan en base a la temática de los textos. De esta manera, los traductores, cuando acaban su formación, se especializan en una clase especial de la que obtienen las diferentes competencias necesarias para el sector. Estas pueden ser desde el vocabulario, a términos o particularidades concretas, siendo la traducción legal una de estas variedades.
Esta clase de traducción legal también se suele llamar coloquialmente como traducción jurídica, y es la que se solicita cuando es necesaria la traducción de textos jurídicos y administrativos. A su vez, dentro de esta especialidad, existen más ramas que se dedican a varios ámbitos jurídicos como poderes, actas notariales, estatutos de una sociedad, escrituras, decretos, leyes, informes mercantiles, órdenes ministeriales, acuerdos comerciales, actas de reuniones, etc.
Por ejemplo, la traducción de diligencia debida o «due diligences» sería la que podríamos encargar si necesitamos investigar una empresa del extranjero antes de iniciar una colaboración, o por ejemplo, si queremos adquirirla. Debido a que no manejamos correctamente el idioma en el que encontraremos la información de la empresa, necesitaremos que alguien realice tanto la tarea de investigación, como la de traducción de los datos recopilados.
La traducción jurada es aquella que tiene autenticidad legal, por lo que no es una mera traducción privada, poseyendo valor oficial. El traductor que se encarga de esta clase de traducciones suele llamarse perito traductor, traductor certificado o traductor jurado, según el país al que pertenezca.
Para que el documento tenga carácter legal es necesario que el traductor jurado haya sido autorizado por el MAEC o Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación. Esta acreditación permite que el traductor pueda dar fe de que la traducción se ajusta textualmente al documento oficial y posee vigencia legal ante cualquier administración u organismo oficial.
Esta clase de traducciones las necesitamos, si por ejemplo, debemos entregar algún documento legal en una institución, debido a que la traducción tendrá que ser jurada para ser considerada como un documento oficial. Otros ejemplos de traducciones juradas son: expedientes académicos, certificados de matrimonio, actas judiciales, memorias anuales, contratos mercantiles, certificados penales o testamentos y últimas voluntades.
Nos encontramos que las traducciones juradas no tienen por qué estar necesariamente vinculadas al ámbito legal, pero cualquier documento puede tramitarse como una traducción jurada.
De entre todas las clases de traducciones, la jurídica es una de las más complicadas. Y esto es debido a que el contexto legal no puede permitirse ambigüedades y requiere que sea ejecutado con una gran exactitud y rigor en el empleo de cada término. No en vano, el traductor jurídico debe ser mucho más que un técnico avezado en idiomas, ya que también debe dominar los conocimientos y terminologías del campo del derecho; y no solo de la lengua de origen, sino de la lengua de llegada.
Es por eso que un traductor jurídico de alemán al español debe conocer, tanto el funcionamiento de la jurisprudencia alemana, como la española. Gracias a ello, podrá ofrecer a sus clientes un entendimiento profundo sin equivocaciones en vocabularios legales, y por supuesto, la cultura correspondiente del sector en cada país.
Una de las dificultades en este ámbito es que muchas personalidades jurídicas son diferentes de un país a otro, así que el traductor jurídico debe tenerlo en cuenta para realizar un buen trabajo. Un ejemplo sería el que esa figura jurídica no exista en cierto país, lo que forzaría al traductor a ilustrarla como si de un jurista fuera.