Ayax, hijo de Oileo y rey de los Locrios, equipó cuatro naves para la expedición del Asia. Era muy diestro en tirar el arco y lanzar el dardo, siendo además el más veloz en la carrera y el más fuerte de todos los griegos.
Mientras ocurría el saqueo de Troya, penetró en el templo de Minerva y con la mano manchada todavía en la feroz carnicería perpetrada, arrancó del santuario a la sacerdotisa Casandra, hija de Príamo.
Ayax y Casandra
Irritada Minerva al ver violada la santidad del templo, cuando Ayax retornaba de la expedición sumergió sus naves, pero él se salvó del naufragio y flotó con fortuna hasta posarse sobre una roca, profiriendo entonces estas palabras: “¡Me he salvado a pesar del poder de los dioses!”
Neptuno, que oyó la blasfemia, con un golpe de su tridente sumergió el peñasco y el impío fue devorado por las aguas.
Ayax recibiendo el castigo de Poseidón