Irritada Minerva al ver violada la santidad del templo, cuando Ayax retornaba de la expedición sumergió sus naves, pero él se salvó del naufragio y flotó con fortuna hasta posarse sobre una roca, profiriendo entonces estas palabras: “¡Me he salvado a pesar del poder de los dioses!”
Neptuno, que oyó la blasfemia, con un golpe de su tridente sumergió el peñasco y el impío fue devorado por las aguas.
Ayax recibiendo el castigo de Poseidón