Clonar el amor

Alguien dijo alguna vez aquella frase de ¡para el mundo que me quiero bajar! Desde entonces, motivos para bajarse nunca han faltado.

Si ya de por sí resultaba sorprendente que, desde hace meses, un laboratorio ofreciera en Internet, la posibilidad de clonar a su perro o a su gato por una cifra millonaria, aun más lo es que una persona lo haya llegado a pagar. Y ya no por el hecho de gastarse todo el dinero del mundo en su perro o en su gato porque, al fin y al cabo, los que tenemos animales sabemos que no hay precio para el amor que ellos nos dan.

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Lo es porque, en realidad, da mucha pena si uno piensa en todos los animales que nacen cada año sin dueño alguno que los quiera. Gatos y perros abandonados que jamás conocerán lo que significa la palabra “hogar”. Basta recorrer cualquier calle de cualquier ciudad, para darse cuenta de la cantidad de gatos que viven escondidos en los rincones más apartados, en los lugares más insospechados.

Animales permanentemente atrapados en el miedo, en el peligro de la ciudad, sabiendo que, en cualquier momento, un coche, un accidente o un asesino desaprensivo, acabará con su vida. Esa es la realidad para todos ellos: “hambre, asfalto y muerte”.

Mientras tanto en Estados Unidos, donde todo parece que es felicidad, Julie, una tejana multimillonaria, ha querido intentar devolver la vida a “Nicky”, su gato fallecido, clonándolo. ¡Craso error! El nuevo “Nicky”, por mucho que se le parezca, por semejante que sea por dentro y por fuera… Y sobre todo, por mucho que le duela a Julie, no es el mismo gato. Es otro con sus virtudes y sus defectos.

Si, es cierto que hoy en día todo es posible, que, unos dioses humanos vestidos con bata blanca, puedan construir, si quieren, a un pobre animal a imagen y semejanza de otro pero, no se equivoquen, siempre será distinto. Lo será porque como venía a decir más o menos aquel sabio filósofo “uno es uno y sus circunstancias”. Y aquel gato es él y sus circunstancias.

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Ni Julie es seguramente la misma persona que hace dieciocho años, ni el nuevo gato va a vivir en el mismo mundo que vivió su antecesor.

La vida es así. Nadie la puede parar. En esta historia de animales que, al final se me ha llenado de citas, no me resisto a recordar tampoco a aquel otro juego de palabras: “Aunque hoy se escribe con “h”, ayer se escribía sin “h”».

Todo, absolutamente, todo cambia. Por eso, es una pena que Julie, seguramente cargada de todo el amor que una persona puede sentir hacia su animal, esté ciega, quizás ciega de amor, pero ciega al fin y al cabo.

Eso le ha impedido darse cuenta de uno de los mayores secretos que conoce todo aquel que, por desgracia, ha perdido alguna vez a un compañero de cuatro patas y es que, sólo de nuevo lo reencontrará cuando decida adoptar a otro y, un día de pronto, descubra tras la mirada de su nuevo amigo, el corazón y el alma de aquel que se murió.

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Texto por Raúl Mérida Gordillo, Presidente de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Alicante

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