Cuando Charles Darwin planteó por primera vez la teoría de la evolución, creía que las alteraciones en los seres vivos ocurrían poco a poco, y que los cambios se iban almacenando con cada generación hasta que dicha acumulación producía los cambios espectaculares que vemos en los fósiles. Esta idea es conocida como gradualismo.
En 1972, dos paleontólogos norteamericanos, Stephen Jay Gould y Niles Eldredge, presentaron una visión alternativa de la evolución. Su interpretación de los fósiles fue que durante la mayor parte del pasado se originaron pocos cambios de una generación a la siguiente, un fenómeno que denominaron “periodos de estasis”.
Niles Eldridge y Steven Jay Gould respectivamente.
Estos periodos de tranquilidad, desde su punto de vista particular, se vieron interrumpidos por pequeños estallidos de cambio rápido. Esta explicación de los fósiles recibe el nombre de “equilibrio puntuado”.
La controversia acerca de cuáles de esas explicaciones de los fósiles es verdadera, continúa debido a que las huellas fósiles son tan desiguales e incompletas que no se puede llegar a marcar la diferencia entre ellas. Posiblemente existen ejemplos de cambios tan repentinos como graduales en la historia de la vida.
Actualmente la teoría del equilibrio puntuado y, por supuesto, la teoría darwiniana están en clara recesión en los estudios evolutivos por el desarrollo de las investigaciones genéticas. Los últimos estudios vienen a exponer la teoría de que los cambios se producen por modificaciones en el genotipo. Estas mutaciones son aleatorias, y, tan sólo sin son funcionales, es decir, que permiten al individuo adaptarse a cualquier tensión del medio, producirían la modificación correspondiente.
Ya mismo nos quedamos sin los dedos de los pies, al menos el pequeño… todo lo que no sirve, cambia o se pierde