Desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir, estamos tomando decisiones casi constantemente. La mayoría de ellas las realizamos de forma automática, pero hay ocasiones en las que necesitamos una mayor reflexión antes de decantarnos por una opción o por otra. Para no equivocaros a la hora de elegir, aquí tenéis unos consejos.
Cuando hay que tomar una decisión importante, no es conveniente precipitarse, sino tomarse el tiempo necesario para reflexionar. Esto no quiere decir, sin embargo, que se pueda posponer la decisión “sine die”. Hay que marcarse una fecha para no demorarse indefinidamente.
En primer lugar, hay que estudiar bien todos los elementos que conforman el problema. Una buena idea es confeccionar una lista con todas las opciones de las que disponemos y, a continuación, especificar todos los pros y los contras de cada una de ellas.
Se trata de estudiar concienzudamente las consecuencias que puede tener cada una de las decisiones que podamos tomar y valorar si estamos dispuestos o no a asumirlas.
En estos casos, se recomienda no dejarse llevar enteramente por las emociones. Es mucho mejor guiarse por la razón, aunque debamos tomar decisiones que, a corto plazo, no nos gusten demasiado.
Así debería ser Andrés, pero yo soy de las que se deja llevar por los impulsos y no pienso mucho las cosas, y a veces me precipito.
Un saludo
Buenos consejos
Debería aprender esto, yo me muevo mucho por lo primero que se me viene a la cabeza, tal vez no, seguro, que si pensara las cosas dos veces no metería tanto la pata, pero es que no puedo!!!
No hace mucho tiempo yo era de las que hacía una lista y sopesaba los pros y contras. Últimamente me dejo llevar más por las emociones y sinceramente me salen las cosas bien.
A mi me cuesta mucho decidir… siempre veo dos caminos, siempre.
Muy buenos consejos, aunque yo soy de los impulsos sin pensar mucho y creo que me costaría mucho pensar, si pienso antes de hacer, no hago nada, porque lo único que veo son contras.