A partir de los últimos años de la República, se advierte en Roma un esfuerzo por manifestar mediante construcciones importantes el poder alcanzado gracias a su expansión territorial. Se trata de desarrollar una ambiciosa arquitectura utilitaria que dé una imagen positiva del poder, con miras propagandísticas.
Inicialmente, esta arquitectura toma como modelo las construcciones griegas y etruscas, aunque poco a poco se van consolidando los tipos específicamente romanos. Como derivación de los antiguos teatros se desarrolla en anfiteatro, de forma ovalada. El más antiguo del que se tiene noticia es el de Pompeya (80-70 a. C.), que aparece ya como un tipo bien definido. Pero es el Coliseo, erigido época imperial por la dinastía Flavia, la obra que sirvió de modelo a los numerosos anfiteatros construidos en las ciudades del Imperio.
El anfiteatro Flavio, de planta elipsoidal, alcanza 187 metros en su eje mayor, y 155 metros en el menor. Su graderío -de más de 50 metros de altura y 37 grados de pendiente- podía albergar unos cincuenta mil espectadores. El nivel más próximo a la arena estaba reservado al emperador, los cargos oficiales y sus acompañantes; el segundo nivel se destinaba a los nobles y caballeros, el tercero a sus mujeres, mientras que el pueblo debía contentarse con permanecer de pie sobre un graderío de madera en el nivel más alto. Sobre este, unos mástiles sostenían los toldos –vellum– que protegían a los espectadores.
Bajo la arena de 50×80 metros, se construyeron una serie de estancias y galerías auxiliares. Tras los graderíos –cavea– unos pasillos anulares garantizaban la distribución de los espectadores. Un total de 80 entradas permitían el acceso directo a todos los pisos y aseguraban un rápido alojamiento y evacuación. En este grandioso marco se ofrecían espectáculos gratuitos de naumaquias y luchas de gladiadores y fieras.
La proximidad de una colosal estatua del Emperador Nerón, dio lugar en época posterior a la denominación popular: COLISEO. Esta construcción, pese al deterioro causado por el saqueo de sus piedras, sigue siendo la obra más representativa de la arquitectura romana.