La muerte es el destino inapelable de toda vida humana y es natural que nos cause temor y angustia su realidad, sobre todo cuando vemos de cerca el peligro de morir o cuando perjudica a nuestros seres queridos.
Más que el hecho de morir, importa lo que sigue a la muerte. Ese otro mundo sobre el que hacemos exhibiciones, costumbres y tradiciones que se transforman en culturas. Todas tienen igual importancia, pues ante el camino desconocido que la muerte nos señala, sólo es posible imaginarla a través de los símbolos.
En las culturas del pasado como la china y egipcia, el culto a los muertos era un símbolo de unidad familiar. Les rendían culto erigiendo templos y pirámides. En la cultura China por ejemplo, para los aniversarios se quemaba incienso, se prendían velas y se depositaban ofrendas de alimentos sobre un altar. Eran los días en los que se rememoraban las grandes deudas que se tenían con los antepasados.
Los antiguos egipcios creían que el individuo poseía dos espíritus. Cuando una persona moría, un alma iba al más allá y la segunda quedaba deambulando en el espacio, pero esta última necesitaba alimentarse. Creían que este espíritu vivía en el cuerpo que ellos cuidadosamente habían embalsamado, ya que era la única forma de que el ánima pudiera seguir existiendo. Este espíritu era quien recibía las ofrendas.
Esta celebración guarda mucha de la influencia prehispánica del culto a los muertos, que se celebra en México el 2 de noviembre. Regiones donde se celebran importantes fiestas y ritos son Tláhuac, Xochimilco y Mixquic, lugares próximos a la ciudad de México. En el estado de Michoacán las ceremonias más importantes son las de los indios purépechas del conocido lago de Pátzcuaro, concretamente en la isla de Janitzio. También son importantes las ceremonias que se celebran en poblados del istmo de Tehuantepec, Oaxaca y en Cuetzalán, Puebla.
La Catrina o Calavera Garbancera, una invitada imprescindible en este día por su relación con la muerte.
Encima de sus altares se colocan velas de cera encendidas, se quema incienso en braserillos de barro cocido y se disponen imágenes cristianas: un crucifijo y la virgen de Guadalupe. También se colocan retratos de los seres fallecidos. En platos de barro cocido se disponen los alimentos, que suelen ser productos autóctonos y platos propios de la región. Alimentos como bebidas embriagantes o vasos con agua, zumos de frutas, panes de muerto que están adornados con azúcar roja para simular ser sangre, galletas, frutas de horno y dulces elaborados con calabaza.
Ofrenda mixteca del Día de Muertos.
La ofrenda es una forma de expresar que el recuerdo de los seres queridos ocupa el sitio sagrado que corresponde a un altar. En este se ubican flores, adornos, confituras y alimentos con el fin de hacer vivir la imposible ilusión de verlos compartir con ellos estos bienes, como si no existiera entre ambos el abismo misterioso que separa la vida de la muerte. Cada uno de los elementos que conforman un altar posee un significado especial.
El altar se asienta sobre una mesa cubierta con un mantel bordado o deshilado y dos arcos de carrizo engalanados con flores de papel de china abombado. A este conjunto se le denomina portada o retablo. El pan de muerto posee forma de difunto y lleva un nombre escrito. También se disponen muchas flores de Cempazúchitl, que son unas flores anaranjadas denominadas también flores de muerto, cuyo símbolo es de tristeza.
Se emplazan cortinas y carpetitas de papel de china picado y se encienden las ofrendas con veladoras y velas puestas en botellas cubiertas con papel de china. En el altar de muertos se alumbra una vela por cada persona fallecida, llamándole por su nombre al encenderla. A los dos lados se disponen ofrendas, se elabora chocolate, atole y otros platos.
En los altares de las casas, engalanados con flores, se colocan los manjares y las velas, una por cada infante muerto que la familia todavía recuerde. Por eso el 1 de noviembre se denomina también «día de los angelitos«. En muchas regiones la gente forma un sendero con pétalos de cempaxóchitl (clavel chino), desde el altar hasta la calle, para que las almas puedan encontrar el camino.
Velación de los angelitos.
El 2 de noviembre se colocan más velas y platillos: arroz con leche, dulces y gelatinas de camote, agregando carnes -en los distintos moles-, tamales, cigarros y café. Se meten en el horno calabazas y panes especiales de muchas formas, tamaños y colores, que pueden ser enormes y representar seres humanos. Algunas veces, parte de los manjares se llevan al cementerio, junto con las velas y los zempoaxochitl, la clásica flor de difuntos mexicana.
Cualquier invitado es agasajado con comida, que el anfitrión ofrece en nombre de sus muertos, con la creencia de que si dan, recibirán más en el futuro por mediación de sus fieles difuntos.
Según los indígenas mixes, el ciclo de la vida tiene su apogeo en la muerte, siendo esta última sólo un paso más en la existencia, por ello deben efectuarse algunas ceremonias. Al ocurrir el fallecimiento, en el sitio donde ocurrió, los familiares del difunto realizan una cruz de ceniza en el suelo y la riegan con agua bendita que permanecerá allí varios días.
Los velorios se llenan de velas encendidas porque ellos piensan que su luz ayudará a las almas a encontrar su camino. Se reza durante toda la noche y se invita a los presentes a café, mezcal y cigarros. El fallecimiento de un niño es motivo de júbilo y en algunos pueblos se baila toda la noche, pues se cree que su alma ha ido directamente al cielo.
Cada uno de los siguientes elementos guarda su propia historia, costumbre, poesía y, más que nada, misticismo. En general son componentes indispensables para recibir a los espíritus.
• El agua: Al ser la fuente de la vida, se obsequia a las almas para paliar su sed tras el largo recorrido y que se puedan fortalecer para su regreso. En algunas culturas es un símbolo de la pureza del alma.
• La sal: Es un ingrediente esencial para purificar, ya que sirve para que el cuerpo no se descomponga en su viaje de ida y vuelta para el siguiente año.
• Velas y veladoras: Los antiguos mexicanos empleaban rajas de ocote para iluminar. Actualmente se utiliza el cirio en sus distintas formas: velas, veladoras o ceras. La llama o «la luz» producida es un símbolo de fe y esperanza. La llama titilante también es una guía para que las ánimas puedan llegar a sus antiguos lugares y sirve para iluminar el regreso a su morada. En las comunidades indígenas cada vela representa un ser fallecido, es decir, el número de velas que tendrá el altar dependerá de los espíritus que quiera recibir la familia. Si los cirios o los candeleros son morados, es señal de duelo; y si se ponen cuatro de éstos en cruz, representan los cuatro puntos cardinales, de forma que el ánima pueda orientarse hasta hallar su camino y su casa.
• Copal e incienso: El copal era ofrendado por los nativos a sus dioses, ya que el incienso no se conoció hasta que llegaron los españoles. Es el componente que pondera la oración o alabanza, y es una fragancia de respeto y devoción. Se usa para limpiar el lugar de los malos espíritus, de manera que el alma pueda entrar a su casa sin ningún peligro.
• Las flores: Son símbolo de celebración y festividad por sus colores y estelas aromáticas. Sirven para adornar y almizclar el lugar durante la estancia del alma, la cual al marcharse se irá feliz. El alhelí y la nube no pueden faltar, ya que sus colores significan pureza y ternura, y acompañan a los espíritus de los niños.
En muchas zonas del país es costumbre disponer caminos de pétalos que sirven para guiar al fallecido del campo santo a la ofrenda y viceversa. La flor amarilla del cempasúchil (Zempoalxóchitl) deshojada, es el camino del color y olor que esbozan los itinerarios a los espíritus.
Los indígenas pensaban que la cempasúchil era una planta que servía para curar, pero actualmente sólo se emplea para adornar los altares y las tumbas de los difuntos. Por esta causa se dice que a lo largo del tiempo la flor fue perdiendo su poderío medicinal. Flor de cempasúchil quiere decir en el lenguaje náhuatl «veinte flor»; efeméride de la muerte.
• El petate: Entre los diferentes empleos que se le da al petate se encuentra el de cama, mesa o mortaja. En esta fecha tan particular se utiliza para que las ánimas descansen, así como de mantel para disponer los alimentos de la ofrenda.
• El izcuintle (itzcuintli): Un elemento indispensable en los altares para niños es el perrito izcuintle en juguete, que sirve para que las ánimas de los pequeños estén contentas al llegar al convite. El perrito izcuintle es el que ayuda a los espíritus a cruzar el caudaloso río Chiconauhuapan, que es el último tramo para llegar al Mictlán.
• El pan: Este alimento simboliza el ofrecimiento fraternal. La iglesia lo considera el «Cuerpo de Cristo», y cocinado de diferentes maneras, el pan es uno de los elementos más apreciados y respetados en el altar.
• El gollete y las cañas: Son elementos relacionados con el tzompantli. Se denomina golletes a los panes con forma de rueda, que se disponen en las ofrendas sostenidos por trozos de caña. Los panes personifican los cráneos de los enemigos abatidos y las cañas las varas donde se ensartaban.
• El retrato del recordado: Es una sugerencia para el espíritu que nos visitará, pero este debe esconderse de forma que sólo pueda verse con un espejo, para simbolizar que al ser querido se le puede ver, pero ya no existe.
• La imagen de las ánimas del purgatorio: Sirve para conseguir la libertad del ánima del difunto, por si acaso se encontrara en ese lugar, para ayudarlo a salir. También puede emplearse una cruz pequeña confeccionada con ceniza.
Se pueden poner otras imágenes de santos, las cuales servirán como medio de correspondencia entre muertos y vivos, ya que en el altar son sinónimo de las buenas relaciones sociales. Además, representan la paz en el hogar y la aceptación fija de compartir los alimentos, como las manzanas, que representan la sangre, y la amabilidad y cordialidad a través de la calabaza en dulce de tacha.
• El mole con pollo, gallina o guajolote: Esta receta es una de las preferidas por los indígenas para poner en el altar, aunque también le añaden barbacoa con todo y consomé. Estos platos son esa estela de aromas, el banquete de la cocina en decoro y respeto a los seres recordados. La buena comida tiene por objeto deleitar al espíritu que nos visita.
• Chocolate de agua: La costumbre prehispánica cuenta que los convidados tomaban chocolate preparado con el agua que utilizaba el muerto para bañarse, de manera que los invitados se impregnaban de la esencia del fallecido.
• Las calaveras de azúcar: Las de tamaño mediano simbolizan a la muerte siempre presente. Las calaveras pequeñas están consagradas a la Santísima Trinidad y las grandes al Padre Eterno.
• El aguamanil, jabón y toalla: Estos elementos se disponen si queremos que el espíritu se pueda lavar las manos después del largo viaje.
• Licores: Se disponen para recordar los grandes acontecimientos agradables durante su vida, para ayudar a que pueda visitarnos.
• Cruz grande de ceniza: Se emplea para que el alma pueda llegar hasta el altar para poder expiar sus culpas pendientes.
El altar puede ser engalanado también con papel picado, telas de seda y satén donde se dispondrán figuras de barro, un incensario o ropa limpia para recibir a los espíritus.
La ofrenda, en sí misma, es una clase de escenografía en la que participan nuestros muertos que vienen a beber, comer, descansar y convivir con sus familiares y allegados.
Me parece una forma muy bonita de recordar y honrar a los muertos. Me gusta su forma de ver la muerte.
Que interesante eatas costumbres y el significado de los símbolos. No las conocía, y tampoco que el día 2 se celebraba el día de los muertos en México, me enteré por ti.
Un abrazo.
me parece una forma muy especial y linda porque ahi recordamos a nuestro seres keridos q ya no tenemos a nuestro lado