El problema para demostrar el impacto del asteroide es que no existe ningún cráter en el teórico lugar del impacto. Aun así, gracias a potentes programas informáticos se pudo realizar una simulación del cielo de la época y descubrieron que el meteorito podría haber colisionado primero contra una montaña. Este impacto provocó su explosión y lo convirtió en una bola de fuego, que al no ser sólida, no dejó rastro alguno de cráter en ninguna de las dos ciudades.
Esta colisión se sitúa en los Alpes austriacos, muy lejos de la región mesopotámica y que podría explicar otro misterio que ha fascinado a geólogos de todo el mundo: el enorme desplazamiento de tierras y el cráter junto a la localidad alpina de Koefels. La columna de fuego debió caer sobre el Mediterráneo y rebotó en algún lugar del Sinaí o de Oriente Próximo, explicando de esta forma, el reiterado mito apocalíptico en las culturas del Creciente Fértil.
El meteorito no sólo generó un corrimiento de tierra, sino que debió levantar una nube de con gases tóxicos que se dispersaron hacia el este del Mediterráneo, alcanzando países como Egipto.