Himeneo, hijo de Venus (Afrodita) y Dioniso (Baco), presidía las bodas y las fiestas nupciales. Le representaban en la figura de un joven vestido cuidadosamente, coronado de rosas y sosteniendo con la mano derecha una antorcha.
El día de las nupcias, se entonaban himnos en su honor y a cada estribillo se repetía, a coro, su nombre: ¡Himeneo! ¡Himeneo! De esta forma, se hacía llamar a este Dios para que asistiese al evento y trajese buena suerte.
Al ofrecerle sacrificios cuidaban mucho de sacar la hiel de las entrañas de la víctima y arrojarla a lo lejos, queriendo con esto significar a los esposos que debían abstenerse de las querellas y de las palabras airadas, con las cuales la paz doméstica se ve tan frecuentemente comprometida.
La palabra “himen” procede de Himeneo, e igualmente se llama a este Dios por dicho nombre.
Himeneo en el centro junto a Anfítrite montado en un caballito de mar, y ambos rodeados por tritones.
Muy interesante la historia del dios Himeneo. Es bonito que le llamaran para traer buena suerte.