El reinado de Jaime I, de 63 años de duración, fue uno de los más largos y productivos de la Edad Media. Durante el mismo se produjo la incorporación a la corona de Aragón de Baleares y Valencia, territorio al que dotó de individualidad política y legislación propia (el Fur); la fijación de la frontera catalanoaragonesa en el Cinca (1244); el nacimiento de las Cortes y la organización municipal de Barcelona (1249); la redacción del núcleo originario del Libro del Consulado de mar; el despliegue del comercio marítimo con el Magreb; los primeros progresos de la industria textil; la consagración literaria de la lengua catalana (Llibre dels feyts, primeras obras de Ramon Llull)… Y además de todo ello, el rey Conquistador tuvo una vida personal apasionante.
Nacido en Montpellier, su padre Pedro II el Católico lo entregó como rehén a los tres años de edad a Simón de Montfort, quien lo custodió en Carcasona hasta 1213. Entonces, convertido en rey de catalanes y aragoneses al morir Pedro y huérfano también de madre, pasó a ser educado por los templarios en el castillo de Monzón, mientras su tío Sancho, conde de Rosellón, ejercía la regencia. En ese tiempo hubo frecuentes revueltas nobiliarias que acabaron con la paz de Alcalá (1217).
Tantas fatigas forjaron su carácter y le ayudaron a capear las constantes disputas con la nobleza aragonesa cuando empezó a gobernar de facto en 1227, a los 19 años. Con gran visión, Jaime I aprovechó el debilitamiento musulmán tras la derrota en Las Navas de Tolosa (1212) y emprendió la expansión de su reino. Conquistó Mallorca (1229), Menorca (1231), Ibiza (1235), Valencia (1238) y Murcia (1266), territorio que cedió a Alfonso X de Castilla, según lo acordado en el tratado de Almizra (1244).
La vida amorosa y matrimonial de Jaime I fue intensa. Su temprana boda (1220) con Leonor de Castilla fue anulada por parentesco. Luego se casó con Violante, hija de Andrés II de Hungría. A su tercera esposa, Teresa Gil de Vidaurre, que le dio dos hijos, la repudió, y vivió sus últimos años con Berenguela, sobrina de Fernando III el Santo. Los pactos sucesorios que adquirió fueron su principal quebradero de cabeza, y a su muerte en Valencia en 1276 el reino se dividió entre sus hijos: Pedro (Aragón, Cataluña y Valencia) y Jaime (Mallorca). El rey Conquistador está enterrado en Poblet.