En Egipto se distinguían dos niveles de enseñanza: uno elemental, en el que los jóvenes alumnos aprendían nociones de caligrafía y el arte de contar y el de comportarse, este último copiando infinitas veces textos clásicos (literatura sapiencial, narrativa) que actualmente conocemos bajo esa forma; y un nivel superior, impartido en las «casas de la vida«, donde, aparte de copiarse textos clásicos y sagrados y de redactarse papiros funerarios, se instruía a escribas y sacerdotes para alcanzar la perfección en las materias más complejas. Se conoce poco de esta formación, pero existen muchos papiros que nos han transmitido el saber de los egipcios.
Esta estatua caliza pintada representa a un escriba en su postura habitual, sentado con las piernas cruzadas y con el rollo de papiro extendido sobre ellas (V dinastía).
Las enseñanzas de la lectura y la escritura eran impartidas tanto por los padres a sus hijos en el hogar, como en escuelas aledañas a los templos o el palacio.
En el pueblo obrero de Deir el-Medina se han encontrado numerosos documentos «escolares»: material y ejercicios sobre óstraca y papiro. En el pueblo vivía una comunidad de artesanos encargados de la preparación de las tumbas reales tebanas, los cuales, para realizar la tarea que se les había asignado (dibujo, escultura y pintura), debían tener un buen nivel de instrucción elemental, así como varios grados de especialización en las artes y en el aprendizaje de las escrituras hierética y jeroglífica. Los niños empezaban a frecuentar la escuela entre los cinco y los diez años, aparentemente sin distinción de clase o de sexo.
Detalle de un taller de ebanistería: sentados en taburetes bajos, dos artesanos tallan elementos decorativos, símbolos de Isis y pilares djed para colocarlos en la gran naos situada a su izquierda (XVIII dinastía)
Entre las instituciones escolares, aparte de las bibliotecas, las «casas de los rollos de papiro» (los libros), destacaba en los templos mayores una estructura más ambiciosa, la «casa de la vida», que albergaba un colegio de doctos especialistas que estudiaban, transmitían y enseñaban las materias más diversas: teología, literatura, astronomía, geometría, aritmética, medicina y magia.
Paleta de pintor de marfil, con seis cavidades para los colores y una inscripción en un extremo que reproduce el nombre de coronación de Amenhotep III, Neb-Maar-Ra-Mery-en-Ra.
En las «ciencias» se traslucía el carácter práctico de los egipcios, que se dedicaban a ellas animados no tanto por una curiosidad intelectual y especulativa, como por imperativos de la naturaleza misma, de su religión y de su compleja organización social y económica. La medición del espacio y del tiempo parecía ser el principal objetivo de tales estudios.
Piramidion de basalto que constituía la cúspide de Amenemhat III, en Dahshur, construida con ladrillos crudos revestidos de caliza (XII dinastía).
El nivel de conocimientos matemáticos alcanzado por los egipcios en la época faraónica se conoce por importantes documentos, los «papiros matemáticos» guardados en varios museos, como el célebre papiro Rhind, en el que aparecen problemas de naturaleza arquitectónica y de medición de terrenos.
El papiro matemático de Rhind (o papiro de Ahmes) muestra problemas de cálculo de superficies y fue hallado en una construcción junto al templo de Ramsés.
El procedimiento fundamental de la aritmética egipcia era la adición. La suma y la resta hacían posible la multiplicación y la división, que se realizaban con números enteros (expresados mediante signos jeroglíficos), extraídos del sistema decimal en el que se basaba la aritmética; también se conocía el cálculo de quebrados.
La aritmética y la geometría eran necesarias para el estudio topográfico a nivel catastral de los terrenos y la redefinición de sus lindes, borradas anualmente por el desbordamiento del Nilo. La geometría era indispensable también para las actividades relacionadas con la construcción, y se basaba en el cálculo de figuras sencillas, cuya asociación permitía medir superficies y volúmenes reales, como campos, edificios y pirámides.
Instrumentos de medida: una vasija con la indicación de su cabida; un codo (unidad de medida lineal que equivalía a la longitud del antebrazo), dividido en medidas «naturales» (pie, palmo, mano, puño y dedo); pesas de balanza y un gnomon para medir el tiempo.
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