La Tierra se originó al mismo tiempo que el Sol. Cuando nuestra estrella se condensó a partir de una nube de gases interestelares, una pequeña parte de esa materia se quedó girando en un disco fuera del cuerpo principal.
La teoría actual nos dicta que en este disco, las fuerzas gravitatorias actuaron para unir la materia en lo que los astrónomos llaman corpúsculos espaciales, pedazos de roca y líquidos helados que se alineaban en tamaño desde unos pocos metros a unos cuantos kilómetros de diámetro. Estos corpúsculos espaciales empezaron a unirse para formar los planetas, incluida la Tierra.
Mientras se formaba, la Tierra se fue calentando y volviéndose diferenciada. Cada vez que un corpúsculo espacial se unía a la recién formada Tierra, su energía cinética se convertía en calor, y el efecto resultante de esos impactos era fundir la recién formada masa.
Durante esta fase de calentamiento, los materiales pesados (como el hierro) se hundieron hacia el centro de la Tierra, mientras que los materiales más ligeros (como los minerales de silicio) flotaban hacia arriba.
Como los ingredientes del aliño de una ensalada que se han dejado posar durante demasiado tiempo, los distintos materiales de la Tierra se separaron unos de otros. Los geólogos dicen que la Tierra se volvió “diferenciada” durante esta primera fase de su existencia.
La radiactividad produjo calor en la nueva Tierra. El gas del que se formó el sistema solar contenía un cierto complemento de núcleos radiactivos. A medida que esos núcleos se incorporaban a la Tierra, siguieron sufriendo desintegración radiactiva, generando calor mientras lo hacían.
La diferencia entre el calentamiento radiactivo y el calentamiento por impacto es que el bombardeo cesó casi por completo una vez la mayor parte del material liberado en las inmediaciones de la Tierra fue incorporado.
El calentamiento radiactivo, por su parte, sigue aún hoy en día, y continuará hasta que todos los núcleos inestables se hayan desintegrado.
La Tierra tiene una estructura a capas. En el centro están los materiales más pesados, en su mayor parte níquel y hierro, en una estructura llamada núcleo terrestre. Hay un núcleo interno sólido de un radio de poco menos de 1.300 kilómetros de radio, rodeado por un núcleo exterior líquido que se extiende hacia fuera otros 2.000 kilómetros.
Por encima del núcleo, en un espesor de 3.000 kilómetros y extendiéndose casi hasta la superficie, está el manto, una región de la Tierra formada principalmente por una roca sólida.
Finalmente, la parte externa de la Tierra (apenas los últimos 50 kilómetros) está formada por rocas más ligeras y recibe el nombre de corteza. Tanto los continentes como el fondo de los océanos forman parte de la corteza.
Los materiales de la Tierra han sido segregados de acuerdo con su densidad, con los materiales más pesados localizados en el centro y los más ligeros en la superficie.
Aun así, el proceso de diferenciación de la Tierra no fue completo, y quedaron rastros de metales pesados en la superficie del planeta. Estos rastros son los que se explotan en las minas para extraer los metales que utilizamos.
El núcleo tiene a la vez una parte sólida y otra líquida porque tanto temperatura como presión se incrementan a medida que profundizamos más, de modo que a la presión inferior de la capa externa del núcleo el hierro-níquel todavía puede permanecer en estado líquido, pero más hacia el centro está comprimido a una forma sólida.
Cuanto más descendemos en la Tierra, más calor hace, y aunque los detalles pueden variar de un lugar a otro, la regla general es que, una vez llegamos a más de unos pocos cientos de metros bajo la superficie, las orcas se calientan varios grados por cada 300 metros de profundidad.
Es por eso por lo que las minas profundas (como las de oro) son lugares tan incómodos para trabajar: no es en absoluto raro que la temperatura de las rocas exceda los 55 grados cuando son abiertos nuevos pozos.
El calor fluye hacia fuera de la Tierra porque el interior está caliente. Este flujo representa sólo el 2 por ciento de la energía que llega del Sol, de modo que tiene poco efecto en los sistemas vivos.
Sin embargo, es extremadamente importante en los procesos geológicos. La cantidad de energía que desprende un metro cuadrado de superficie de la Tierra (por término medio) sería suficiente para hacer funcionar constantemente dos televisores.
Interesante post, me recuerda mis años de estudiante de ciencias del medio xDDDDDDDDDDD
Las ciencias te hacan volar por lo infinito
muy bueno!!!
grax por la info me saco de un apuro!!!!!
MUY BUENO