Convertir un organismo complejo en otro organismo complejo en un único paso —igual que en un cuento de hadas— es algo que supera los límites de lo probable. Pero los organismos complejos existen. Entonces, ¿cómo han aparecido? ¿Cómo es posible que existan cosas tan complicadas como las ranas y los leones, los babuinos y los árboles bananeros, los príncipes y las calabazas, incluso tú y yo? Durante la mayor parte de la Historia, esta ha sido una cuestión desconcertante, que nadie ha podido responder con propiedad. Por tanto, la gente ha inventado historias para tratar de explicarlo.
Pero al final la pregunta fue contestada —y de forma brillante— en el siglo XIX, por uno de los mayores científicos que jamás haya existido: Charles Darwin. Voy a utilizar el resto de este post para explicar su respuesta de forma breve y con palabras distintas a las del propio Darwin.
La respuesta es que los organismos complejos —como los humanos, los cocodrilos y las coles de Bruselas— no aparecieron de repente, como caídos del cielo, sino de forma gradual, pasito a pasito, y después de cada paso solo eran ligeramente diferentes de lo que habían sido antes.
Imagina que quieres crear una rana con patas largas. Una buena forma de hacerlo sería comenzar con algo muy parecido a lo que quieres conseguir: por ejemplo, una rana con patas cortas. Lo primero será observar a tus ranas de patas cortas y medirles las patas. Después debes escoger a unos cuantos machos y a unas cuantas hembras que tengan las patas ligeramente más largas que el resto, y dejar que se apareen, impidiendo que otras ranas de patas más cortas puedan aparearse con ellas.
Los machos y las hembras de patas más largas generarán renacuajos, y quizá les crezcan las patas y lleguen a convertirse en ranas. Ahora debes volver a medir a esa nueva generación de ranas y, una vez más, seleccionar aquellos machos y aquellas hembras que tengan las patas más largas que la media, y volver a juntarlos para que se reproduzcan. Después de hacer esto durante unas 10 generaciones, quizá empieces a observar algo interesante.
La longitud media de las patas de tu población de ranas podría ser ahora considerablemente mayor que la longitud media de las patas de la población inicial. Incluso puede que descubras que todas las ranas de la 10.ª generación tienen las patas más largas que cualquiera de las ranas de la primera generación. Quizá 10 generaciones puedan no ser suficientes para conseguirlo: tal vez necesites 20 generaciones o incluso más. Pero al final podrás asegurar con orgullo: «He creado un nuevo tipo de rana con las patas más largas que las anteriores».
No has necesitado varita mágica. No has necesitado magia de ningún tipo. Lo que tenemos aquí es el proceso denominado cría selectiva. Se basa en el hecho de que las ranas varían unas de otras y de que dichas variaciones tienden a ser heredadas, es decir, transmitidas de padres a hijos a través de los genes. Simplemente seleccionando cuáles son las ranas que hay que criar y cuáles no, podemos crear un nuevo tipo de rana.
Sencillo, ¿no crees? Pero hacer que las patas sean más largas no es demasiado impresionante. Al fin y al cabo, has empezado con ranas, con ranas de patas cortas.
Supón ahora que comenzases no con un tipo de rana de patas cortas, sino con algo que no tiene nada que ver con una rana, digamos algo como un tritón. Los tritones tienen las patas muy cortas comparadas con las patas de las ranas (con las patas traseras de las ranas, al menos), y no las utilizan para saltar, sino para caminar.
Los tritones tienen una cola larga, mientras que las ranas no tienen cola, y los tritones son más largos y estrechos que la mayoría de las ranas. Pero supongo que eres capaz de imaginar que, tras algunos miles de generaciones, puedes convertir una población de tritones en una población de ranas, simplemente seleccionando de forma paciente en cada una de esas millones de generaciones, machos y hembras que sean ligeramente más parecidos a una rana y dejar que se reproduzcan, evitando que sus amigos menos parecidos a las ranas lo hagan.
En ningún momento del proceso observarías un cambio radical. Cada generación se parecería muchísimo a la generación anterior, no obstante, a medida que avanzaran las generaciones, irías notando que la longitud media de la cola era ligeramente más corta y la longitud media de las patas traseras, ligeramente más larga. Después de un buen número de generaciones, los individuos de patas largas y colas cortas podrían empezar a utilizar sus largas patas para saltar en lugar de andar. Y así con todo.
Como es lógico, en el escenario que acabo de describir nos estamos imaginando a nosotros mismos como criadores, seleccionando aquellos machos y hembras que queremos que se reproduzcan para conseguir el resultado final que hemos elegido. Los granjeros han estado utilizando esta técnica durante miles de años para producir ganado y cosechas más abundantes, resistentes a las enfermedades, etc.
Darwin fue la primera persona en entender que esto funciona incluso sin necesidad de criadores que realicen la selección. Darwin observó que todo esto podía ocurrir de forma natural, como una casualidad, por el simple motivo de que algunos individuos sobreviven más tiempo para poder reproducirse, y otros no; y aquellos que sobreviven lo hacen porque están mejor equipados que los demás.
Sólo sobreviven las jirafas que tienen el cuello más alto.
Por tanto, los hijos de los supervivientes heredan los genes que han ayudado a sus padres a sobrevivir. Tanto si se trata de tritones como de ranas, de erizos o de dientes de león, siempre habrá algunos individuos que sobreviven mejor que otros. Si resulta que las patas largas son útiles (a ranas y saltamontes para huir del peligro, o a guepardos para cazar gacelas, o a gacelas para huir de guepardos), los individuos con patas más largas tendrán menos posibilidades de morir.
Tendrán más posibilidades de vivir lo suficiente para reproducirse. Además, la mayoría de los individuos disponibles para reproducirse tendrán patas largas. Por tanto, en todas las generaciones habrá mayores opciones de que los genes de patas largas puedan pasar a la siguiente generación. Con el paso del tiempo, comprobaríamos que cada vez más individuos de la población tienen los genes de las patas largas.
Por tanto, el efecto será exactamente el mismo que si un diseñador inteligente, como un criador humano, hubiera elegido individuos de patas largas para la cría, salvo que no hace falta dicho diseñador: todo ocurre de forma natural, como la consecuencia automática de qué individuos sobreviven más para poder reproducirse y cuáles no. Por este motivo, el proceso se denomina selección natural.
A partir de un número suficiente de generaciones, antepasados con forma de tritón pueden convertirse en descendientes con forma de rana. Dadas aún más generaciones, antepasados con forma de pez pueden convertirse en descendientes con forma de mono. Y con más generaciones aún, antepasados con forma de bacteria pueden convertirse en descendientes con forma de humano. Y esto es exactamente lo que ha sucedido.
Este es el tipo de cosas que han ocurrido en la historia de todos los animales y plantas que hayan vivido jamás. El número de generaciones necesarias es mayor de lo que tú o yo podamos imaginar, pero el mundo tiene millones de años de edad, y sabemos por los fósiles que la vida comenzó hace más de 3500 millones de años, por lo que ha habido tiempo más que suficiente para la evolución.
Esta es la gran idea de Darwin, y se denomina evolución por selección natural. Es una de las ideas más importantes que jamás se le haya ocurrido a una mente humana. Explica todo lo que sabemos sobre la vida en la Tierra. Por el hecho de ser tan importante, hablaremos en otros posts sobre ello. Por ahora basta con entender que la evolución es muy lenta y gradual. De hecho, es esa gradualidad de la evolución la que le ha permitido crear cosas complicadas como ranas y príncipes.
El cambio mágico de una rana en un príncipe podría no ser gradual, sino inmediato, y eso es lo que lo excluiría del mundo de la realidad. La evolución es una explicación real, que funciona, y tiene pruebas reales para demostrar su verdad; cualquier cosa que sugiera que las formas de vida complicadas aparecieron de golpe, sin más (en lugar de evolucionar gradualmente paso a paso), es simplemente una historia pobre, no mejor que la del hada madrina.
En el caso de las calabazas que se convierten en carruajes, los hechizos mágicos son tan inútiles como en el caso de las ranas y los príncipes. Los carruajes no evolucionan, o al menos no de forma natural, del mismo modo que lo hacen las ranas y los príncipes. Pero los carruajes —igual que los aeroplanos o los picos, los ordenadores o las puntas de flecha— están hechos por humanos que sí han evolucionado.
Los cerebros humanos y las manos humanas han evolucionado por selección natural, igual que lo han hecho las colas de los tritones y las patas de las ranas. Y los cerebros humanos, una vez evolucionados, fueron capaces de diseñar y crear carruajes y coches, tijeras y sinfonías, lavadoras y relojes. Una vez más, no hay magia. Una vez más, no hay trucos. Una vez más, todo se explica de forma simple y maravillosa.
El mundo real, tal como se entiende científicamente, tiene magia por sí solo, el tipo de magia que denominamos poética: una belleza inspiradora que es la más mágica porque es real y porque podemos entender cómo funciona. Comparados con la belleza y la magia del mundo real, los conjuros sobrenaturales y los trucos de ilusionista se ven baratos y vulgares. La magia de la realidad no es sobrenatural ni es un truco, pero —así de simple— es maravillosa. Maravillosa y real. Maravillosa porque es real.