Cuando el samurái volvió a su casa por la noche, agotado y deseoso de ver a su esposa, vio que había luz en su habitación. Entró silencioso y vio a su esposa acostada con alguien a su lado. Pensó que era otro guerrero y sacó su espada sin hacer ruido con intención de deshacerse del amante de su mujer. Pero le vinieron a la mente las palabras del pescador: «Si tu mano se alza, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano».
Así que decidió cambiar de técnica, e hizo como que entraba de nuevo en la casa y dijo en voz alta que ya había llegado. Su mujer se levantó, contenta del regreso de su marido, para saludarlo y recibirlo. Se había acostado con su hija, vestida de samurái, pues tenía miedo de los desconocidos mientras él no estaba en casa.
Al año siguiente el samurái fue a casa del pescador, quien lo estaba esperando para darle lo que le debía más los intereses; pero el samurái le dijo al pescador que no le debía nada, que él era el verdadero endeudado.
Una historia muy bonita Andrés, seguro que el Samurai se lo agradeció eternamente.
Siempre es bueno reflexionar un poco las cosas antes de actuar cuando estamos enfadados.
Preciosa historia.
hermosa historia a veces pecamos por explsivos y esta historia nos mueve el piso en eso