Se consideró que varios libros pornográficos de este período eran revolucionarios debido a que atacaban a Luis XVI, a María Antonieta y su círculo. pero no debemos creer que esos libelos fueran fruto de virtuosos reformadores que denunciaban con franca indignación las infamias de la corte.
Realmente estos autores eran meros chantajistas que esperaban sacar buenas ganancias con estos escritos difamatorios. Théveneau de Morande, el cual fundó el periódico Le Gazetier Cuirassé, instruyó a los estafadores literarios en la forma de operar.
Escribió “Memorias secretas de una mujer pública” en una obra de cuatro volúmenes (los cuales mostraban incluso ilustraciones) con el fin de desprestigiar a Madame Jeanne Du Barry, y destinó algunas páginas al canciller Maupeou avisándole que haría aparecer la obra completa si no adquiría su silencio. Luis XV y sus ministros quedaron afligidos por ello, ya que Théveneau de Morande, bien informado por cortesanos adversos a la favorita, desvelaba la vulgaridad de Chon Chon (el mote de Du Barry en la intimidad), y la degradación moral que causaba al rey.
Pierre-Augustin de Beaumarchais, en marzo de 1774, fue destinado a Londres con la intención de negociar con el autor del libelo que amenazó con distribuir el libro, del cual se imprimieron 6.000 ejemplares. Théveneau de Morande reclamó una suma de 32.000 libras y una pensión de 4.000 libras revertible a medias sobre su esposa si querían que destruyese la edición completa. Accedieron a su chantaje y las “Memorias secretas de una mujer pública” fueron quemadas en un horno de ladrillos.
A continuación, innumerables libelistas redactaron manuscritos que, ampliando cualquier chisme, pretendían exhibir los excesos de Maria Antonieta e hicieron saber al teniente general de la policía, Lenoir, que renunciarían a la edición a cambio de una generosa suma. Esta forma de especulación dio resultados al librero Bossière, que publicó en Londres «Los amores de Charlot y Toinette» (1779), un libelo que de forma sarcástica, hablaba sobre la impotencia de Luis XVI, y contaba cómo Maria Antonieta se acostaba con su cuñado, el conde de Artois.
Maria Antonieta retratada como una harpía.
Luis XVI, por intermediación de Louis Valentin Goëzman de Thurn, compró por 17.400 libras todas las reproducciones que poseía el editor para poder destruirlas. No obstante algunas escaparon a ese destino. Lafitte de Pelleport, que ansiaba poner en práctica la misma extorsión con «Los pasatiempos de Toinette y del visir Vergennes», fracasó en dicha misión y acabó en la Bastilla.
Otros autores de libelos fueron escritores a sueldo de los grandes señores que deseaban vengarse por algún desaire real. Finalmente, en los comienzos de la Revolución, los manuscritos satíricos provinieron de hombres de partido o descontentos que colmaban de esta manera fantasmas sexuales y políticos.
Vaya que interesante. Un ejemplo más de que no siempre se debe creer lo que se ve y mucho menos lo que se divulga.
La mayoria de los dibujos son muy vulgares, pero es obvio que esa era la idea.