– ¿Vendrás acaso sólo un día? -pregunta Isabel.
– Así es, ángel mío, para que la larga ausencia avive nuestra hoguera.
– Entonces, cariño, no podrás sorprenderme -contesta la bella. Repara en que ese día no podrá ser el viernes, porque si no has venido antes, ya no podrías sorprenderme. Pero tampoco vale que vengas el jueves ya que, no habiendo venido antes, yo sabré que has de venir pues el viernes tú sabes que no puedes sorprenderme. Y claro, vida mía, por idéntica inducción no puedes sorprenderme el miércoles, pues estaría segura de tu llegada al saber que tú sabes que no puedes sorprenderme en los dos días siguientes. E imagino que no hace falta que te explique que no cabe la sorpresa el martes, porque …
– No, no hace falta -interrumpe amoscado el joven-. ¡Vive Dios que no sé qué os enseñan hoy en día a las muchachas de buena familia!
Una nube negra oscureció por vez primera la plácida atmósfera del amor mutuo. Y Diego no fue a visitarla ningún día porque, sin entenderlo del todo, se convenció de que no podría sorprenderla. Así que aceptó el reto del noble padre de su enamorada y, para poder desposarla, marchó de Teruel a obtener fortuna. Lo logró pero cuando volvió ya era tarde.
E Isabel, por paradójica, se casó con quien no debía.”
Y colorín colorado, esta lógica paradójica se ha terminado.
Ella muy lista porque sabia que no la podia sorprender y el tonto, tontisimo, porque en vez de un dia podia visitarla uno o dos o tres , variando cada semana, y asi ella no sabria ni cuando ni cuantas veces apareceria su amante.
Tienes razón quaid, así ven quien es el listillo, pero esta vez cayó él.
De todas formas a los dos les fué mal, que cuento mas bueno!