A continuación, la primera entrega de una serie de notas a modo de diario que Madonna fue escribiendo mientras se desarrolló la filmación de la película «Evita«. Publicadas en la revista Vanity Fair en Noviembre de 1996.
Índice de contenidos
- PARTE 1 de «El diario de Evita»
- Nueva York
- Buenos Aires
- Sábado, 20 de enero de 1996
- Domingo, 21 de enero de 1996
- Lunes, 22 de enero de 1996
- Martes, 23 de enero de 1996
- Jueves, 25 de enero de 1996
- Viernes, 26 de enero de 1996
- Sábado, 27 de enero de 1996
- Sábado, 28 de enero de 1996
- Martes, 30 de enero de 1996
- Miércoles, 31 de enero de 1996
- Jueves, 1 de febrero de 1996
PARTE 1 de «El diario de Evita»
Este diario está compuesto por pedazos, por fragmentos: se trata de un libro de bosquejos en el que recojo emociones, ideas, y sueños, todos relacionados con un proyecto en común – el rodaje de Evita.
Durante los últimos dos años he vivido de un modo vicario a través de ella. Recuerdo la Navidad del año 94, cuando escribí una apasionada carta dirigida al director, Alan Parker, en la que listaba las razones por las que tan sólo yo podría interpretar a Eva Perón, porque sólo yo podría comprender su pasión y su dolor.
Debo decir que la carta no fue el producto de mi propia voluntad, sino más bien el resultado de una suerte de fuerza que me poseyó y guió mi mano a través de la página. Poco después, recibí noticias de Alan Parker, y tras acudir increíblemente nerviosa a varias entrevistas, conseguí el papel.
Éste es el principio de lo que acabó siendo una aventura fascinante. Podría recriminarme el no haber empezado entonces a escribir este diario, pero apenas tuve tiempo. Tenía que aprenderme las letras, entrenar la voz, y perfeccionar el tango, antes de volar hasta Londres para grabar la banda sonora original.
Ese año resultó ser una de las experiencias más abrumadoras de mi vida, sin siquiera haber empezado a rodar, por lo que un mes antes de la grabación, me prometí a mí misma escribir en un diario todo lo que me sucediera. Pude sentir la emoción, la inquietud. ¡Menudo viaje me esperaba! Quería recordar cada detalle. Aquí empiezo..
Nueva York
Sábado, 13 de enero de 1996
Tras algunos retrasos, por fin puedo viajar a Buenos Aires. He de dedicar las semanas previas al rodaje a ensayar, a las pruebas de vestuario y a las de cámara. Pero, más importante aún, he de sumergirme en el mito de Eva Perón.
Un periodista argentino, al que conocí en Londres, está dispuesto a presentarme a algunas personas que conocieron o trabajaron con Evita, así como a algunos de sus detractores. Supongo que muchos de ellos serán personas realmente mayores, y quizá se sientan algo suspicaces para conmigo.
No los culpo, si la Madonna que conocen es la que han podido deducir a través de la prensa. Sin embargo, estoy preparada para desarticular sus defensas, y socavar los secretos más oscuros y profundos.
Buenos Aires
Sábado, 20 de enero de 1996
Es temprano en la mañana, y acabo de llegar a mi hotel. Desde un punto de vista desastroso, puedo afirmar que se trata de un gran hotel. Techos altos, ventanas inmensas, y un balcón de lo más mono. Mi única queja es que mi habitación está en la segunda planta, y mis seguidores están gritando «Eva/Madonna», y cantando mis canciones.
Es algo encantador y halagador por las mañanas, pero no tanto por las noches, cuando intento dormir. Camino del hotel, he observado algunas pintadas en las que se leía: «Viva Evita, fuera Madonna». Es una dulce bienvenida.
También he leído en los periódicos que Alan Parker, Antonio Banderas, que interpreta al Che, y yo, hemos sido declarados personnae non gratae, que no es más que una preciosa forma de decir que somos basura podrida y maloliente.
Es evidente que estas sugerencias proceden de un reducido grupo de peronistas en su desesperada búsqueda de atención, aunque no sepan muy bien por qué están protestando. Estoy segura de que estarían dispuestos a tomar té conmigo si los invitara. Nada de esto me desilusiona.
Domingo, 21 de enero de 1996
Hoy me atreví a salir a la ciudad para entrevistarme con personas que conocieron a Evita. La más interesante de esas personas resultó ser Tuco Paz, quien ha ejercido la labor de diplomático durante más de cuarenta años.
Conoció a Evita cuando ella tenía 29 años, y ha sido la primera persona en destacar lo tímida que era. Dice que su comportamiento embravecido no era más que la reacción nerviosa a la inseguridad que le provocaba estar cerca de ciertas personas.
Dice también que tenía una personalidad fascinante, aunque a algunos les aburriera su interés monográfico en la política. Nada más le importaba (¡eso es porque Prada aún no había empezado a diseñar ropa!). Según él, Perón solía entrenar sus habilidades comunicativas públicas.
Él se sentaba en una silla, dándole la espalda, y sugería algunos temas sobre los que Evita debía explayarse. Perón cambiaba con frecuencia los temas a tratar, para que estuviera preparada, y tranquila. Por alguna razón, percibo una profunda belleza en este acto de amor y cariño. Ella estaba dispuesta a realizar todos esos esfuerzos por él.
El apartamento de Tuco es fantástico. Repleto de viejos libros y cuadros cubistas. Sin embargo, cerca de 500 fans hicieron casi imposible mi marcha. La policía no parece demasiado organizada por estos lares, y los cuatros pasos desde la puerta hasta el coche resultaron bastante aterradores.
No sé muy bien cómo, pero acabé en el suelo. De algún modo conseguí arrastrarme hasta el coche y cerrar la puerta, y entonces me di cuenta de que había perdido uno de mis zapatos, y había roto el tacón del otro. Eran Versace.
No os preocupéis; la historia no acaba ahí. De repente, el chófer tiene que detener el coche porque una chica anda encaramada al techo. Frenamos, y la chica se abalanza sobre el cristal llorando y gritando que me quería. Mi intención era abrir la ventanilla y darle la tarjeta de mi psiquiatra, pero el chófer parecía tener bastante prisa.
Lunes, 22 de enero de 1996
Hoy he pasado el día entero encerrada en mi celda personal, para evitar cualquier altercado hasta que la seguridad sea mejorada. No ha sido tan horrible como suena. No ha parado de llover en todo el día, y las persianas de mi ventana se abrían y cerraban constantemente debido al viento.
Pensé que el espíritu de Eva había entrado en la habitación. Un atractivo hombre mayor llamado Héctor Villanueva vino para hablar conmigo. Conoció a Evita cuando ella tenía 19 años y trabaja en la radio. Se sintió muy atraído por la chica, pero no fue más allá, porque estaba casado (¡sorpresa!, es el primer hombre que dice algo así).
Por lo visto, la encantadora Evita era aficionada a la cerveza y las sesiones nocturnas de boxeo. ¡Eres de las mías! Según Héctor, la comida favorita de Eva era un bocadillo de ternera con un huevo frito encima y patatas fritas. Lo probaré mañana.
La única forma de comer bien en este país es no comiendo. El concepto de «comida sin grasa» no ha llegado aún. Estoy intentando acostumbrarme a mis lentillas marrones. Me dan mareos, náuseas, y me siento como un perro enfermo.
Quizá tan sólo sea la consecuencia de pasar todo el día encerrada en una habitación. Tengo que salir más. Le estoy hablando a mi perro con demasiada frecuencia; juraría que hoy dijo: «mamá».
Martes, 23 de enero de 1996
Estoy en el infierno. Es un hecho. Para empezar, he dormido como el culo. Los críos en la calle se han pasado la noche yendo y viniendo a mi balcón para gritar que me aman. No puedo decir que sea muy al estilo Shakesperare.
¿Y para qué demonios iban a dormir? Nadie trabaja en este país, todos están en el paro, así que no tienen que madrugar. Los únicos que ganan algo son los periodistas, y están dispuestos a hacer cualquier cosa para conseguir una instantánea mía o algo de información.
A veces me pregunto si mi teléfono estará pinchando, y tengo a todos los empleados del hotel escuchando como memos. Hay cámaras apuntando a todas las ventanas de mi habitación, así que he tenido que esconder las cosas de valor, porque la seguridad se me antoja ligeramente sospechosa.
Ahora bien, que esté en un país no-civilizado no quiere decir que no pueda divertirme un rato. Tenía pensando hacer un poco de turismo. Había elaborado un plan infalible. Mi asistenta, Caresse, saldría a la calle pretendiendo ser yo, para distraer a la prensa y a los fans.
En ese momento, yo me escabulliría por algún lugar menos visible, y me montaría en una furgoneta con mis guardaespaldas, todos tirados en el suelo de la camioneta hasta que no hubiera moros en la costa. La parte positiva es que el plan funcionó, y pude ir a hacer algo de turismo sin problemas.
Fui la Recoleta, el cementerio en el que Evita está enterrada. Jamás estuve en un lugar de semejante belleza decadente y encantadora. Miles de gatos deambulaban por entre las lápidas, y cada mauseolo era más exquisito y hermoso que el anterior.
Mansiones en miniatura, con ventanas a través de las que se pueden ver los ataúdes, rodeados de gárgolas, y estatuas, y pinturas religiosas, y placas y fotografías enmarcadas. Eso es lo que yo llamo un más allá con estilo.
La parte negativa es lo que le pasó a Caresse. Fue arrestada, y me llamó toda histérica desde la comisaría. Por lo visto, la prensa se puso tan furiosa cuando comprendió que no era yo, que la atacaron al salir del coche, acechándola y llamándola puta.
Entró en el coche, y huyeron camino del hotel, pero a los pocos kilómetros, la policía detuvo el vehículo, acusándola de un supuesto crimen en el que Caresse estaba involucrada. Ni que decir tiene que no llevaba encima el pasaporte, y eso es un crimen que merece la muerte en este país.
Afortunadamente, Luciano, mi guardaespaldas argentino, consiguió mover algunos hilos, y sacarla en cinco horas de la comisaría. Caresse estaba muy alterada.
Y aquí viene el mejunje de la historia: en Argentina, cualquiera puede llamar a la policía y acusar a alguien de haber cometido algún delito. Antes de que sepas qué has hecho, estás en comisaría. Al parecer, la prensa quería que me detuvieran.
Incluso habían contratado a dos adolescentes para que se cayeran justo delante de mi coche, de modo que la policía pudiera detener a la horrible criminal (por supuesto, yo), y encerrarla, con la consiguiente explosión de titulares sobre la injusta famosa que va por ahí atropellando a sus seguidores.
Pero como habíamos conseguido mandar al traste sus planes, decidieron torturar a la pobre Caresse. Cuando llegó a comisaría, estaban gritando en la puerta «asesino, asesinos». Llamé enseguida a los productores y les amenacé con abandonar el proyecto si no conseguían un equipo de seguridad privada que vigilara las cosas.
De lo contrario, estaríamos en la comisaría cada vez que la prensa quisiera un titular jugoso. ¿He dicho lo aterrador que es estar aquí? Es lo más cercano a una dictadura. ¿He mencionado lo del policía guarrete que no paraba de decirle a Caresse lo guapa que era mientras le tocaba el pelo?
Jueves, 25 de enero de 1996
Mis salidas siguen siendo bastante lamentables: de bruces al suelo cada vez que me muevo. La empresa Topnotch comienza hoy a trabajar. Espero que se note la diferencia. He decidido dejar de leer la prensa. Me pintan como a una zorra estúpida que no se merece interpretar a Santa Evita, o como a una pésima actriz que no tiene interés en contar la verdad.
Quizá haya gente que aprecie lo que intento hacer, pero lo cierto es que no hacen mucho ruido. La bondad se muestra tímida mientras la maldad resulta histriónica. Fui a un cocktail ayer, y me llevé los microbios de todo el mundo. La costumbre aquí es dar dos besos, en lugar del apretón de manos. Estaba demasiado cansada para escribir. Y demasiado cabreada.
Viernes, 26 de enero de 1996
Fui a cenar con el cinematógrafo de la película. Su nombre es Darius Khondji. Es adorable y tiene mucho talento. Hablamos de la necesidad de estar más unidos, de que todo el equipo deber formar una piña, y dejar de ser negativos y criticar constantemente lo mal que lo pasan aquí.
Por supuesto, eso es fácil de decir para él: la gente no se le abalanza, e intenta desnudarlo en medio de la calle, o estrangularlo cada vez que asoma el gaznate. Aun así, entiendo su postura, y creo necesario que nos unamos todos.
De lo contrario, no sobreviviremos al rodaje. Volví al hotel sintiéndome muy feliz y positiva. Al llegar, recibí una llamada de Freddy, mi mánager. Se había enterado por la prensa de unas supuestas amenazas de muerte, y me pedía que volviera inmediatamente a casa.
Le dije que no se lo creyera, que todos los latinos solían exagerar. Si tan sólo publicaran los artículos positivos… De hecho, algún miembro de la vieja guardia con la que me he entrevistado estos días, habló con la prensa, y se han esparcido algunos artículos favorables.
Parece que las tornas se están cambiando. Incluso el presidente Menen está dispuesto a conocerme. No vine a Argentina para cantar «Don’t cry for me Argentina» en un estudio. Le dije a Freddy que se relajara, y se fuera a dormir.
Sábado, 27 de enero de 1996
Ayer soñé con un terremoto horrible que acababa destruyendo el planeta. Yo corría de un lado a otro empaquetando mis cosas, hasta que me daba cuenta de que no las iba a necesitar. Conocí a un historiador argentino encantador llamado José Luis Peco. Durante tres horas me habló de la historia argentina y del movimiento peronista.
La única pega es que se pasó la tarde yendo y viniendo del servicio. Quizá tenga un solo riñón. Horas después, cené con Plácido Domingo. Un hombre muy agradable. Me dijo que había rechazado la oferta de Alan para interpretar a Perón. 20 minutos después de haberme conocido, dijo que se arrepentía de haberse negado.
Dios puso en la tierra a los hombres latinos para encantar a las mujeres. Y también para torturarlas.
Más tarde:
Hice algunas pruebas de maquillaje y peluquería, y escogimos la única peluca morena para la Eva adolescente que no me hacía parecer un cocker spaniel. En contra de las sugerencias de mi equipo de seguridad, salí al balcón y saludé a más de 500 fans.
Les lancé algunos besos y pude ver las lágrimas en sus ojos. Casi me pongo yo también a llorar. Pensé que si les saludaba se comportarían de un modo menos salvaje en mis salidas. Veremos qué pasa.
Sábado, 28 de enero de 1996
Por fin pude dormir anoche, plácida y profundamente. Es evidente que no en mi habitación. He estado durmiendo en un cuchitril del tamaño de una caja de cerillas en la planta superior, para evitar el ruido.
Me oculté tras lo que supuse un disfraz eficaz, para intentar visitar algunas calles en San Telmo. La gente me reconoció, y me señalaron todo el rato, pero al menos nadie me atacó. De cualquier modo, después de caminar una hora rodeada de gente que me miraba como si fuera una aparición mariana, decidí volver a mi celda. Necesitaba algo de tranquilidad y silencio.
Martes, 30 de enero de 1996
Parece que me he saltado una hoja del diario, o quizá me haya equivocado de día, lo que no resulta muy ilógico en este lugar abandonado de la mano de dios. Cada día es una nueva e interesante forma de caos.
Ayer llegó mi entrenador, y ¡dios lo bendiga! De haber tardado un día más, me hubiera puesto como una vaca. Aquí no hay gimnasios y la comida decente es un mito. Me he prometido solemnemente comer mejor, pero cada vez que voy a una entrevista o alguna reunión, me plantan las bandejas con bombones, bollitos y galletas en los morros, y tengo tanta hambre que tengo que picar algo.
Para no quedar mal tengo que probar, al menos, un bocadillo de manteca. Fui a la Biblioteca Nacional con Javier Fernández, un peronista acérrimo, y un hombre muy simpático. La Biblioteca está construida sobre el lugar en el que vivieron Perón y Evita, el mismo en el que ella murió.
Le pregunté al encargado dónde estaba la casa, pero por lo visto, los argentinos, a su estilo «ancha es Castilla», la demolieron, ladrillo a ladrillo, hasta que quedó sólo polvo. Por supuesto, esto no ocurrió hasta que Evita murió y Perón le cayó mal al país en pleno (es muy fácil caerle mal al país en pleno).
Años después, cuando el peronismo volvió a estar de moda, construyeron la librería en el lugar en el que quedaban los escombros de la antigua casa, y en un arranque de amor patriótico, la convirtieron en una especie de santuario a Evita. Lo cierto es que guardan una cantidad ingente de información sobre ella, así como cosas privadas de su propiedad.
Otro claro ejemplo de la volubilidad propia de este país. Primero, es una reina que vive en un palacio. Cuando muere, derriban su casa, y te ahorcan si mencionas su nombre. Años después, construyen un santuario a la divinidad que no puede errar.
El director de la biblioteca es un hombre de letras en el sentido amplio del término. Hemos hablado de Pablo Neruda y de Gabriel García Márquez, así como de directores y cine; hemos mencionado a Renoir, Godard, Buñuel, Pasolini, Cocteau, Rossellini, y Visconti.
Cuando llegué al hotel, me estaban esperando para un coctel en el que supuestamente iba a mezclarme con la creme de la creme de Buenos Aires. ¡Ja! Yo que esperaba una copa de champagne, y me encuentro con un vaso de agua caliente que sabía como recién cloratada.
Conocí al embajador inglés, y a muchísimas personalidades de la radio y la televisión argentinas, así como al dueño de todos los equipos de fútbol. Había un par de jóvenes con aspecto de friegaplatos en la sala, con el pelo muy largo y una mota de lujuria en sus ojos.
Quizá suponían que me llevaría a alguno a mi habitación, pero estaba demasiado cansada para escarceos amorosos, así que a las 10:30 les dije adiós a todos, y me fui a mi habitación, no sin antes posar para un millón de fotografías. Me sentí tan sola en el ascensor… De repente, añoré terriblemente a mis amigos.
Miércoles, 31 de enero de 1996
Dormí en silencio, por fin. He tenido que moverme a la planta más alta del hotel. No es mucho más grande que el cuchitril, pero al menos no hay ruido. Olvidé mencionar que he conocido al jefe de la policía y a su primer lugarteniente.
Dos hombres encantadores y muy guapos. ¿Dónde está la noticia? Me dijeron que cuidarían de mí, y que no me preocupara por las amenazas. ¿Qué? ¿Yo preocupada? Hablamos del peronismo y de Evita, y de cómo sus enemigos se dividían en dos bandos: los comunistas y la aristocracia.
El lugarteniente aseguró que, aunque admiraba a Evita, no era peronista. Entonces dijo algo increíble: que la gente odiaba a Evita por la misma razón por la que me odian a mí en la actualidad. Porque ambas somos mujeres con poder. Entonces empezamos a hablar de la reencarnación, y él citó a Oscar Wilde.
Algo sobre el arte imitando a la vida. Lo cierto es que no esperaba encontrar esa sensibilidad y ese punto de vista tras su aspecto de macho-man. ¡No juzgues a un policía federal por su uniforme! Esta noche tengo una cena con Constancio Vigil, supuestamente el mejor amigo de Menem. Veremos qué pasa.
Jueves, 1 de febrero de 1996
Me levanté exhausta esta mañana. En mis sueños, tenía que defenderme y luchar para salvar la vida. Luchando… ¿por qué? Al levantarme, me eché un vaso de agua fría a la cara, y al mirarme en el espejo, vi una pequeña postilla roja en la frente.
El resultado de alguna batalla nocturna. ¿Me ataqué a mí misma de modo inconsciente durante el sueño? Quizá sea la consecuencia de la conversación que tuve ayer con Constancia Vigil, quien intentó explicarme por qué Menem no quiere conocerme.
Por supuesto, no me dijo nada que yo no supiera, y es francamente insultante que el presidente pueda quedar con Claudia Schiffer y entretener a los Rolling Stones, y en cambio, no pueda conocerme a mí.
Esto confirmar mi hipótesis de que, si tienes una opinión o algo que decir en este planeta, se te considera una amenaza. Algo que temer. Hablamos de política, y cómo Menem, a través de la privatización de empresas está intentando compensar todos los errores que cometió Perón.
Le pregunté por qué Menem se llama a sí mismo un peronista, si en realidad sus políticas son tan distintas. Me dijo que Menem está haciendo lo que Perón haría si aún fuera presidente. Buena respuesta. Por algo los llamamos políticos.
Me pasé el resto de la velada intentando defender las elecciones que he hecho a lo largo de mi carrera. A menudo digo que no me arrepiento de nada, pero supongo que sí lo hago, al final. Si hubiera sabido lo universalmente incomprendida que iba a ser, probablemente no hubiera sido tan rebelde y extrovertida.
Jamás pensé que diría esto, pero estoy tan cansada de tener que explicar todas mis decisiones, y estoy tan harta de que me digan: «oye, eres muy inteligente, no eres lo que esperaba». ¿Podría una idiota haber llegado tan lejos?
A veces me pregunto si hubiera podido ser alguna vez ese tipo de chica sumisa, dulce y femenina que el mundo idealiza. He estado llorando todo el día. Estoy tan harta de esas horribles fotos que la prensa usa…
Escogen aquella en la que salgo más horrible, y la ponen a primera plana, tan sólo para torturarme. Hay una genial en la que uno de mis guardaespaldas parece estar agarrándome un pecho.
Mi pelo aparece completamente despeinado, y parece que acabara de recibir sesiones de electro shock.
Fantástico. Durante los ensayos me sentí como la chica honesta con la que nadie quiere bailar. Darius me invitó a cenar, y estaba tan deprimido como yo. Un amigo suyo acababa de morir en un accidente de coche. Nos intentamos animar mutuamente. Él me llama Lola Spaguetti, y yo le llamo Señor Basmati. Me hace reír.
MADONNA: EL DIARIO DE EVITA
Si os habéis dejado alguno de los diarios sin leer, aquí tenéis todas las partes: