Esta es la tercera parte de una serie de notas a modo de diario que Madonna escribió mientras filmaba la película «Evita» en Argentina. Fueron publicadas en la revista Vanity Fair en noviembre de 1996.
Índice de contenidos
- PARTE 3 de «El diario de Evita»
- Martes, 13 de febrero de 1996
- Jueves, 15 de febrero de 1996
- Sábado, 17 de febrero de 1996
- Lunes, 19 de febrero de 1996
- Miércoles, 21 de febrero de 1996
- Jueves, 22 de febrero de 1996
- Viernes, 23 de febrero de 1996
- Sábado, 24 de febrero de 1996
- Lunes, 26 de febrero de 1996
- Miércoles, 28 de febrero de 1996
- Sábado, 2 de marzo de 1996
- Martes, 5 de marzo de 1996
PARTE 3 de «El diario de Evita»
Martes, 13 de febrero de 1996
No sé muy bien cómo, pero he conseguido sobrevivir al primer día de rodaje, tras haber inhalado ingentes cantidades de humo procedentes de un viejo tren, quitando polvo del interior de mis lentillas, y tragándome kilos y kilos de basura polvorienta. Todo estaba tan seco… Hacía tanto calor… Había tanta polvareda…
La primera mitad del día fue muy sencilla y agradable, despidiéndome de mi familia mientras subía al tren camino de la gran ciudad. Me encantan las actrices que interpretan a mis hermanas. Dos son inglesas y una es cubana, y me llevo tan bien con ellas que no me resultó difícil imaginar cómo me sentiría al despedirme de ellas.
Acabamos de rodar la escena justo a la hora de la comida, y todo el mundo se relajó. Fue muy divertido. El resto del día lo pasé sentada en el tren rodeada de extras a los que no conozco (y que no hablan una palabra de inglés), repitiendo una y otra vez la reacción de Eva en la escena del campo a través.
Desde dentro, desde fuera, desde este ángulo, desde este otro. El único problema, además del curioso hecho de que una legión de hormigas, moscas y avispones quería devorarme, fue la tristeza del paisaje, tan yermo y muerto, sin nada en lo que centrar la atención. Sí, sé que de eso trata la interpretación…
Alan no parecía darse cuenta del tremendo calor y de las nubes de insectos a mi alrededor. De hecho, jamás lo vi tan vivo y contento. Hasta la última toma del día, no me había dado cuenta de la importancia de rodar aquí.
Estábamos rodando un plano abierto en el que el tren recorría las praderas, rodeado por 20 gauchos que galopaban furiosamente alrededor, a medida que el sol se ponía. Jamás vi tal majestuosidad.
A pesar de ello, el día acabó en un estado bastante deprimente. Pasé de la ansiedad y los nervios a un estado de eufórico júbilo, tan sólo para caer después en el aburrimiento y la duda. No paraba de preguntarme: «¿cuándo ocurrirá algo divertido?». De hecho, creo que lo dije una vez en voz alta, mientras el tren iba y venía por esas herrumbrosas vías.
Supongo que pensarán que estoy como una cabra. Y sin embargo, ahora, mientras escribo estas líneas, me doy cuenta de que éso es justo lo que Eva se preguntaba, por eso se fue de su pequeño pueblo. Poco sabía ella de lo que le esperaba. Poco sabía yo.
Jueves, 15 de febrero de 1996
El día de los enamorados vino y se fue con total facilidad, y creo que he puntuado muy bajo en la cátedra de San Valentín. Recibir flores de mi contable no encaja precisamente con mi idea del romanticismo. No suelo confiar mucho en flores enviadas por aquéllos que se llevan un porcentaje de mis ganancias.
Hoy ha sido mucho más divertido que ayer, porque hemos rodado una escena en la que todos hablaban y cantaban a la vez. Tuve que flirtear con varios hombres, bailar tango con todos ellos, y dejar al dueño de una revista por el dueño de una compañía de jabones. ¿Es así como se asciende? No lo sé, al menos estaré bastante limpia.
No me siento muy cómoda con esta parte del guion. La implicación de que Eva consiguió llegar tan lejos acostándose con hombres poderosos me resulta ofensiva, especialmente porque se me ha acusado de hacer algo similar. De este modo, los envidiosos pueden menospreciar tu fuerza y tus logros.
La peluca que llevo parece estar atornillada a mi cabeza. Me he dado cuenta de que actuar en películas es un trabajo seriamente humillante.
La gente se sienta a tu alrededor, escudriñándote, girándote la cara a un lado y a otro, susurrando tras la cámara, cortándote los pelos de la nariz, depilándote las cejas, secándote el sudor de la frente, y cubriéndote las líneas de expresión con maquillaje.
Mientras preparan el siguiente plano, te dicen que puedes irte a tu caravana, como un perrito bueno, donde tienes el tiempo suficiente como para volverte hipercrítica contigo misma. Te preguntas si eres lo suficientemente guapa, o buena, o delgada o atractiva, e inevitablemente acabas sintiéndote como una rodaja de carne muerta.
Rara, mediana o lo suficientemente buena. No importa, mientras la gente quiera comerte.
Sábado, 17 de febrero de 1996
Los últimos días de rodaje han transcurrido sin demasiada fanfarria. Ayer vi un partido entre los aristócratas y los pueblerinos, y jamás sentí un calor tan horrible bajo el sol.
Hoy tuve que levantarme al alba para poder aprovechar una hora de buena luz entre las ocho y las nueve de la mañana. Después no hicimos nada más, esperando otra hora de buena luz, a las cinco de la tarde.
Se me fue un poco la olla, y diseñé una coreografía a lo Fred Astaire y Ginger Rogers. Mi camerino estaba en el interior de un viejo juzgado de sucios ventanales y techos altos. En realidad, parecía más bien una iglesia, pero tenía muchos escalones y robustas columnas en torno a las que bailar, así que durante horas me creí que estaba en Ziegfeld Follies.
Lunes, 19 de febrero de 1996
Hoy es mi primer día libre en una semana, y estoy en estado catatónico. Por fin estoy sincronizada con los Estados Unidos, donde hoy es el día del presidente, y todos tienen el día libre. ¿Por qué demonios celebramos el día de unos hombres a los que menospreciamos?
Cené con David Caddick y el resto de los miembros del rodaje, y nos entretuvimos imitando a Jodie Foster en «Nell» y cuchicheando sobre quién se acuesta con quién en el rodaje. ¡Todos lo hacen!
Me siento como en una mala novela, guardando como oro en paño los secretos sobre algunos maridos calentorros, y sobre tal supuesto «novio» acostándose con tal supuesta «hermana». Por alguna razón, la gente siente la necesidad de contarme cosas privadas. Quizá tenga cara de buena persona.
Después de cenar fuimos a un local donde ponen milonga, y pude darle un repaso al tango. Al entrar, me sentí como visitando un bingo. Mesas y sillas esparcidas en torno a un espacio amplio y vacío, potentes luces fluorescentes colgadas del techo, y nadie menor de 60 años.
Mucho pantalón estrecho, mucho oro, y mucha lentejuela. Una escena sacada de «Goodfellas» («Uno de los nuestros»). Sólo faltaba Joe Pesci.
Miércoles, 21 de febrero de 1996
Creo que me ha picado una mosca tse tse, porque me paso el día con un sueño horrible, desde que me levanto hasta que me acuesto. El insomnio se ha vuelto narcolepsia. Este calor me sume en un estado letárgico, y el tener que esperar durante horas, cosa a la que no me acostumbro, me hace sentir como una muerta.
Hoy casi me pongo a llorar de frustración. Hemos estado rodando toda la semana en una hermosa escuela antigua, y por razones de seguridad, mi maquillaje, mis vestidos y los utensilios de peluquería están en la sala principal, bastante pija y lujosa.
Techos altos, y pinturas colgadas en las paredes. Sillones de cuero gigantes y candelabros venecianos. Si por mí fuera, me hubiera pasado el día entero en esa sala, con sus balcones y sus escaleras de mármol, y su sala de ciencias con aspecto de museo de historia natural.
No puedo imaginarme a críos correteando por entre los vestidores. Pasé el día observando los mamíferos disecados y los artefactos antiguos, pero nada podía distraerme de mi sensación de total inutilidad.
Estamos rodando algunas escenas en las que Eva muestra su caridad, donando zapatos, medicinas, y regalos a los niños pobres. Lo llamo la semana del chollo. No hay diálogos, tan sólo besos, abrazos, cambios de ropa, y fotografías.
Ronquido. Hablando de balcones, hemos recibido una invitación formal para visitar al presidente en su residencia privada. Nos arrastraremos por el suelo si hace falta.
Jueves, 22 de febrero de 1996
Ayer soñé con un director del que una vez estuve enamorada. Me invitaba a su casa para decirme que no podíamos estar juntos. Yo me sentaba en la mesa de la cocina, a punto de llorar.
Entonces, él dijo: «una vez describiste el cuerpo masculino como poderoso; ¿cuál es tu definición del poder ahora?». Y yo contestaba: «el poder oír que no te quieren y no sentirte destruida por ello».
Viernes, 23 de febrero de 1996
Hoy está lloviendo a cantaros, y aunque me gusta la idea de un día libre, me sentí decepcionada cuando se canceló el trabajo. Debíamos grabar la escena en la que me dirijo a los trabajadores, subida a la parte trasera de una furgoneta, mientas Perón está en prisión.
Estaba preparada para lanzar mi terrible y furibundo discurso, pero la Madre Naturaleza no parece querer cooperar. Lo que sí tuvimos fue una pequeña charla con el presidente Menen en su residencia privada. No fue tan divertida como la primera vez; Alan, Antonio y Jonathan también estuvieron presentes.
Fue mucho más formal. Alan reiteró lo mismo que dijo en la conferencia de prensa: básicamente habló de la libertad de los artistas para expresar aquello que desearan.
Todo el mundo se comportaba muy educadamente y yo no lo aguantaba más, así que, en mitad de una profunda discusión filosófica sobre pizzas, dije: ¿Cuando hayamos terminado de hablar de pizzas, podremos hablar un poco de balcones? Y Menen dijo que no había problema alguno.
Podríamos usar tanto el balcón como cualquier otro edificio gubernamental. Casi me pongo a saltar de alegría, pero Alan se encargó de bajarme los humos cuando dijo que se habían gastado tanto dinero creando una réplica del balcón en Londres, que ya no tenía sentido grabar en el balcón real.
Sin mencionar que no tenemos la iluminación adecuada. ¿Pero no pretendíamos convencer al presidente de que nos dejara rodar en el balcón?, ¿no era ésa la intención de todas estas conversaciones?
Menudo honor poder estar en ese balcón, mirando a centenares de personas en la plaza, mientras canto «Don’t cry for me Argentina«. Espero que Alan cambie de opinión.
Consultaré a las estrellas, y haré algo de brujería. Se me olvidó mencionar a la hija de Menen, Zulemita. Una chica de aspecto triste y desolado, increíblemente frágil. Sostuvo la mano de su padre entre las suyas todo el día, mientras le susurraba cosas al oído de un modo muy íntimo. Me quedé embobada mirándolos.
Sábado, 24 de febrero de 1996
Esta mañana me desperté con lágrimas en los ojos, notando la humedad de mi almohada. Soñé que era Evita y veía la versión cinematográfica que estamos rodando.
Al verla, me dí cuenta por primera vez de que estaba muerta, y comencé a llorar, hasta que las lágrimas fueron un torrente incontrolable, y los suspiros y lamentos me despertaron.
Lunes, 26 de febrero de 1996
En los últimos dos días hemos estado grabado escenas nocturnas, y cada mañana me levanto sintiéndome totalmente destrozada. A diferencia de los argentinos, no soy una persona nocturna. Mi cuerpo se niega a acatar órdenes y seguir instrucciones después de la media noche.
Hemos rodado en La boca, un distrito en su día muy chic. Sin embargo, la fiebre amarilla que arrasó la vecindad en los años veinte hizo que todos los ricos se movieran a otras zonas, dando paso a oleadas de inmigrantes italianos.
Hoy sigue estando habitada por inmigrantes pobres, no muy contentos con nuestra presencia a juzgar por las piedras que nos lanzaron. Tuvimos que trabajar entre ellos, y me pasé la noche oyendo maullidos y proposiciones indecentes por parte de hombres sesentones.
Había niños por todos lados pidiendo dinero, y entre toma y toma, acudían como bandadas de pájaros a las mesas en las que los extras estaban sentados y robaban los restos de comida. He de decir que los animé todo el rato a seguir robando.
Miércoles, 28 de febrero de 1996
A medida que me adentro en las profundidades de este laberinto llamado «rodaje», me siento más fascinada por el ingente número de posibilidades distintas de sentirse triste y solo. A medida que me siento más aceptada por parte de los argentinos, me siento más apartada del resto del mundo.
Apenas hablo con mis amigos, y cuando lo hago, soy incapaz de expresar todo lo que siento. Al principio me escribían cartas o enviaban regalos. Ahora, cuando vuelvo al hotel, encuentro el fax vacío, y ningún mensaje en el contestador.
Mi familia y mis amigos se resume a los miembros del rodaje. He desnudado mi alma ante ellos y ni siquiera me conocen. Hay una cierta reserva cuando alguien debe mostrarse vulnerable por completo delante de extraños.
Cuando estás solo te das cuenta de cosas que de otro modo ignorarías. Por ejemplo, hay un grillo en mi habitación. No puedo verlo y no sé dónde está, pero sé que es un aviso de otro día de irascible calor. O quizá llueva.
Sábado, 2 de marzo de 1996
Me siento tan decepcionada… He visto la programación de las dos próximas semanas de rodaje, y me he dado cuenta de que no rodaremos en el balcón de la Casa Rosada.
Ahora tendré que conformarme con actuar en un escenario, mirando a una panda de miembros del rodaje. Odio estos escenarios. ¿Por qué demonios tenemos que actuar en un escenario cuando tenemos los lugares reales?
Hoy hemos estado grabando en un pueblo marinero que hace las veces de la aldea que abandono camino de la gran ciudad. Está junto a un matadero, y durante todo el día tuvimos que soportar el hedor a carne de animal descompuesta.
Nos dijeron que a las vacas enfermas no se las sacrifica, sino que se las cuece en una cuba inmensa de agua hirviendo. Lo que percibimos eran los restos de hueso y grasa animal cociéndose. Al principio todos estábamos con arcadas, pero después nos acostumbramos. Es sorprendente a lo que puedes adaptarte cuando no tienes más opciones.
Martes, 5 de marzo de 1996
Hoy he recibido cantidades industriales de maíz con caramelo, Fiddle Faddle, cacahuetes blandos y licor montado. Éste es un modo muy eficaz de conseguir que haga cosas que no quiero hacer.
Como ocurrió ayer. ¡Un vídeo en mi día libre! Estoy tan inmersa en la vida de Eva Perón que soy incapaz de acordarme de la letra de mis propias canciones, no importa cuantas veces lo intente. Es extraño volver a ser la Madonna de ojos verdes, pelo suelto y caftán de Gucci.
De forma consciente rechazo la idea de volver a ser yo. Estoy de huelga. Me niego a ser yo misma. No existo hasta que termine el rodaje. Pero mis chuches me encantaron.
MADONNA: EL DIARIO DE EVITA
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