Menelik II fue un emperador de Etiopía, cuando por aquel entonces a esa región se la denominaba Abisinia. Durante su reinado, concretamente en el año 1890, sucedió un hecho que llamó poderosamente la atención del soberano: en Estados Unidos se ejecutó en la silla eléctrica (creada y desarrollada por Harold P. Brown) al primer preso de la historia, que se llamaba William Kleiner.
A Menelik II (1844-1909) se le bautizó como Sahle Maryam y fue Negus (rey) de Shewa (una zona de la actual Etiopía).
El emperador se encaprichó con aquel artilugio capaz de sesgar la vida de sus súbditos y decidió encargar tres de aquellos aparatos, que para él suponían un símbolo inequívoco del poder absoluto. Las sillas llegaron a palacio, aunque se había pasado por alto un detalle vital, y es que en aquel país africano todavía no existía la energía eléctrica.
Tras la decepción, el soberano ideó darle algún uso a aquellos artificios y utilizó una de las sillas como trono real. De esta manera, seguramente resultaba toda una escena ver la cara de sus subordinados cuando el rey departía los asuntos de Estado sentado en aquel siniestro asiento. Otro de los tronos fue enviado como regalo a Abate Ba-Yalew, que era su lique mekwas, título que ostentaba la persona encargada de ser el doble del rey. Este hombre siempre acompañaba al monarca con el fin de despistar a los que intentasen atentar contra rey, muchas veces mejor vestido incluso que Menelik.
Este monarca se caracterizó por su dantesca forma de gobernar y decidir los planes que se efectuarían en su país. Una anécdota que prueba esto, nos sitúa al gobernante ante la decisión de aprobar un puente que debía ser construido. Los arquitectos le llevaron una maqueta para que el rey diese su veredicto. A éste no se le ocurrió otra manera de comprobar si el proyecto era fiable, mas que asestando un puñetazo a la maqueta para confirmar su solidez.
Por supuesto, el prototipo quedó destrozado, así que sus asesores volvieron a presentarle una segunda figura del puente, pero esta vez se aseguraron de construirla con madera para dotarla de una mayor solidez. Menelik volvió a ejercer su justicia divina propinando otro puñetazo al puente, que pudo resistir el embiste con éxito. El monarca no necesitó más pruebas y aprobó el proyecto.
Otras historias nos cuentan que Menelik hizo instaurar el primer teléfono en Etiopía. Cuando recibió los aparatos, hizo instalar uno de ellos en su palacio y otro en la casa de su tesorero real, con el fin de comunicarse con él para consultar el estado de las finanzas. La primera vez que pudo hablar a través del aparato, un emocionado Menelik salió incluso fuera de su palacio para cerciorarse de que no había nadie haciendo trampas contestando a sus preguntas.
Pero al día siguiente, el tesorero recibió una descarga eléctrica cuando utilizó el artilugio, así que por decisión de su confesor y varios sacerdotes, el teléfono fue destruido porque se consideró una obra del diablo. Entonces acudieron a palacio junto a más sacerdotes y quemaron el teléfono del rey que encontraron allí. El emperador se llevó un disgusto cuando se enteró de lo sucedido, aunque ya era tarde para lamentaciones.
Cuando pasados unos años, un extranjero le presentó un proyector de películas a Menelik, éste se aseguró primero de visionar la película, pues intuía que los clérigos declararían este invento como una obra de Satán también. Pero el autor del regalo había pensado en todo, y le ofreció al rey una película en la que se presentaba el milagro de Jesucristo andando sobre las aguas, lo que contentaría a los religiosos. Los sacerdotes no pudieron protestar y permanecieron en silencio durante la proyección, por lo que el rey pudo conservar el proyector de cine.
Otra de las excentricidades atribuidas a este rey fue que para curar su apoplejía, comía páginas del Libro de los Reyes. De hecho, se dice que cuando murió en 1913, se debió a un infarto cuando intentaba comerse un libro entero de este ejemplar. En otras versiones, fue un desgarro intestinal cuando iba por la mitad del segundo Libro de los Reyes.
Aun así, seguramente todas estas historias, incluida la del trono eléctrico, sean mentira o leyendas urbanas que comenzaron a circular en diarios durante el siglo XX, como se tiene constancia que hizo un periodista canadiense en la década de 1930. La que si se puede desmitificar seguramente, es la que afirma que Menelik comía páginas del Libro de los Reyes para permanecer vivo más tiempo, pues no existen pruebas de ello, y de hecho, durante sus últimos años de vida (1907-1913), el soberano estuvo en estado vegetativo tras varios infartos.
Menelik no podía hablar, apenas se podía sentar si no era con ayuda y tenía que ser alimentado por otras personas, principalmente con champán y huevos crudos. Así que es poco probable que su muerte se debiera a un atracón al comerse una biblia, ya que el rey estaba prácticamente paralizado.