Estos son algunos chismes de la corte francesa en el siglo XVIII y la libertad del pueblo de meterse dentro del palacio si querían:
Los problemas sexuales del Delfín y su mujer Maria Antonieta, tomaron estado público en parte por la malignidad de Madame Du Barry, la última amante titular de Luis XV, despreciada por María Antonieta, en parte por la difusión pública de los chismes de la corte y también por la sospecha con que fue siempre tratada la princesa austríaca, aun antes de llegar a Francia.
Una de las famosas “Grandes Tantes”, las tías del rey, las hijas solteras de Luis XV, que pasaban sus días vacíos entre chismes y devociones, dio en llamarla “l’autrichienne”, pero separando cuidadosamente las sílabas de modo que sonara “autruche” (avestruz) y “chienne” (perra).
Llovían a diario libelos y calumnias sobre su conducta, su reputación, sus gastos. Estos eran desmedidos, sin duda, pero respondían a una tradición de la corte francesa: ningún miembro de la familia real quería ser menos ostentoso que el otro. Millones de “livres”, la moneda de la época, se derrochaban en el inmenso palacio de Versalles, en ceremonias y cargos inútiles, algunos de ellos duplicados y triplicados sin razón (había 1.500 chambelanes, por ejemplo).
El estricto protocolo, sujeto a las reglas fijadas un siglo atrás por Luis XIV (Luis XV era su biznieto, Luis XVI era nieto de éste) llegaba a la ridiculez, algo que no se le escapaba a María Antonieta, criada dentro de una etiqueta severa en la faz pública pero sumamente elástica y hasta prescindible en lo doméstico.
Pese a tanta minucia, la realidad era que cualquiera podía entrar en el palacio y recorrerlo sin ser molestado. Los visitantes ingleses, en especial, se asombraban de tanta libertad: Fraser recuerda la anécdota de los turistas (diríamos hoy) británicos que se vieron de pronto envueltos en una horda de perros cocker, pertenecientes a las “Grandes Tías”, que se habían soltado por accidente de los criados que los llevaban y atravesaban, en loca carrera y a ladrido limpio, la Galería de los Espejos.
Las mujeres que atendían los puestos de los mercados de París estaban autorizadas, por una tradición antiquísima, a pasearse a su antojo por los salones e increpar a quien se les diera la gana. María Antonieta tuvo una vez un anticipo de aciagos acontecimientos futuros cuando un grupo de ellas, al verla, la insultaron a gritos y palabrotas sobre su ausencia de hijos y su presunto libertinaje.
Antes no habia tele ni prensa rosa,asi que la gente de desahogaba metiendose con quiza quien menos lo merecia,en este caso con ella solo porque era extranjera, cosa muy mal vista antes, sobre todo para una reina
Imagínate si hubieran tenido Facebook y Twitter XD