Triste, solitario y agónico. Así fue el final, el 5 de mayo de 1821, de quien había sido el hombre más poderoso de su época y uno de los más carismáticos de todos los tiempos. Un colapso en su aparato digestivo acabó, a los 46 años de edad, con la vida del ex emperador de Francia Napoléon Bonaparte en la isla de Santa Elena, donde llevaba cinco años desterrado.
Sólo le acompañaban un grupo de fieles, los hombres de la guarnición inglesa que estaban destinados como carceleros y una creciente sospecha de que estaba siendo envenenado y que su final se aproximaba. Por esta razón, exigió a su médico que le hiciera la autopsia nada más producirse su muerte, pero el resultado determinó que la causa había sido un cáncer de estómago. Europa respiró tras haber padecido en su carne la ambición desmedida de Bonaparte y el caso quedó cerrado, aparentemente.
Un final nada glorioso. Tras haber vencido en numerosas batallas, Napoleón murió en Santa Elena víctima de atroces dolores de estómago. ¿Fue cáncer o arsénico?
La respuesta está en el pelo
Muchos años después, en 1955, el dentista sueco Sten Forshufvud, experto en toxicología y apasionado bonapartista, al leer las memorias de Louis Marchand, fiel ayuda de cámara de Napoleón, se dio cuenta de que éste había padecido 28 de los 31 síntomas que definen el envenenamiento por arsénico. ¡Bingo! Tal vez el emperador estaba en lo cierto. Dispuesto a llegar hasta el final, Forshufvud se puso en contacto con los sucesores de Marchand, que milagrosamente conservaban un sobre cerrado que contenía cabellos de Napoleón. Los análisis no dejaban lugar a dudas: las muestras de pelo, tomadas en varias épocas de su vida, desde 1804 hasta 1821, contenían arsénico en cantidades letales.
Desde entonces, los historiadores barajaron la idea de que Bonaparte había sido asesinado, apareciendo como principal sospechoso el general Montholon, uno de sus acompañantes en el destierro y el único que tenía acceso al vino donde supuestamente se introducía el veneno.
Sin embargo, los estudios más recientes apuntan que si desde 1804 Napoleón hubiera realmente ingerido las cantidades de arsénico halladas en su pelo no hubiera sobrevivido tanto tiempo. ¿Cómo explicar entonces la presencia del veneno? Sencillo: ese producto era en aquellos tiempos un remedio usado habitualmente para proteger el cabello.