El Día de Todos los Santos es una práctica católica fundada en honor a todos los santos, ya sean conocidos o desconocidos del mundo moderno. Según el papa Urbano IV (1195-1264), su finalidad es resarcir de cualquier olvido a las fiestas de los santos a lo largo del año por parte de los feligreses. En España y otros países del mundo se festeja esta tradición para honrar y a acercar a nuestra memoria a las personas que han fallecido.
En muchos países el invierno se relaciona con la estación más sombría y fría. La «muerte» de la Naturaleza empezaba 40 días tras el equinoccio de otoño (22 de septiembre), coincidiendo con el Día de Todos los Santos el 1 de noviembre. Se venera a los muertos en este día y el posterior, ya que el día 2 es el día de las almas o día de los muertos. Ambos jornadas se asocian con la vuelta de las almas durante estos días y a varias manifestaciones de su presencia entre los vivos.
La Iglesia en sus primeros tiempos solía celebrar el aniversario del fallecimiento de un mártir en el lugar del martirio. Normalmente, los grupos de mártires morían el mismo día, lo que llevó sencillamente a una celebración común. En la persecución de Diocleciano, que fue la última persecución a los cristianos en el Imperio Romano y posiblemente la más sangrienta, el número de mártires llegó a ser tan grande, que no fue posible separar un día para establecerla. Aun así la Iglesia, creyendo que cada mártir tenía que ser venerado, concedió un día en común para todos. La primera señal de ello nos traslada a Antioquía en el Domingo antes de Pentecostés.
También se alude a este día en común en un discurso de San Efrén el Sirio en 373. Al principio, sólo los mártires y San Juan Bautista eran venerados por un día especial. Otros santos se fueron estipulando con el tiempo, y aumentó cuando el procedimiento regular de canonización se estableció; aún, a comienzos de 411 existía en el Calendario caldeo babilónico de los cristianos orientales una “Commemoratio Confessorum” para el viernes. En la Iglesia de Occidente, el papa Bonifacio IV, entre los años 609 y 610, bendijo el Panteón de Roma a la Santísima Virgen y a todos los mártires, otorgándoles un aniversario.
Gregorio III (ejerció como Papa desde el año 731 al 741) consagró una ermita en la Basílica de San Pedro a todos los santos y consolidó el aniversario para el 1 de noviembre. Fue Gregorio IV quien propagó el festejo del 1 de noviembre a toda la Iglesia, a mediados del siglo IX.
El día 2 de noviembre se celebra la fiesta de la Conmemoración de los Fieles Difuntos, también denominada de Todos los Fieles Difuntos, Día de Muertos o Día de Difuntos. Su finalidad es la de rezar por aquellos devotos que terminaron su vida terrenal y, en especial, por aquellos que se hayan todavía en estado de purificación en el Purgatorio.
Fue establecida por San Odilón (Odilón de Mercoeur), un monje benedictino y quinto Abad de Cluny en Francia el 31 de octubre del año 998. Cuando se cumplió un milenio de esta festividad, el Papa Juan Pablo II recordó que San Odilón había deseado exhortar a sus monjes a orar de modo especial por los difuntos. Desde el Abad de Cluny empezó a propagarse la costumbre de rogar solemnemente por los difuntos, y llegó a transformarse en lo que San Odilón denominó la Fiesta de los Muertos, hábito todavía hoy en vigor en la Iglesia universal.