Desde el punto de vista biológico, un gigante no podría existir realmente. Galileo Galilei fue uno de los primeros que expresó esta imposibilidad de manera clara mediante el método científico. La naturaleza impide que una planta o un animal se desarrolle por encima de determinado tamaño y altura, conservando a la vez las proporciones y utilizando los materiales que se necesitan en el caso de estructuras de menor tamaño.
El porqué de esta premisa es que se hundiría bajo la acción de su propio peso, a menos que cambiásemos sus proporciones relativas. Esto ocurre por algo que ya descubrió el matemático griego Arquímides: si multiplicas por dos el tamaño de un hombre, su superficie aumentará proporcionalmente al cuadrado de sus dimensiones lineales, o sea, cuatro, y su volumen será proporcional al cubo de las mismas, ocho.