Los humanos a veces nos sorprendemos de nuestras mismas condiciones y reacciones de la mente. Las personas depresivas a menudo se asustan al recordar cuando intentaron suicidarse. Incluso los pacientes que se recuperan de graves trastornos psiquiátricos, normalmente se quedan sorprendidos al recordar los síntomas y pautas durante el suceso.
El síndrome de Estocolmo es un estado psicológico donde un rehén que ha sufrido un secuestro o ha sido capturado en contra su propia voluntad, crea un nexo de unión y cooperación con el secuestrador. Esta conducta ya se conocía con anterioridad, por ejemplo, entre los prisioneros de los campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial, pero obtuvo la denominación actual por un suceso puntual.
En un robo al banco Kreditbanken en Norrmalmstorg, ocurrido en Estocolmo el 23 de agosto de 1973, unos ladrones secuestraron y mantuvieron a los trabajadores del banco en cautiverio durante varios días.
Uno de los delincuentes, Jan-Erik Olsson, que acababa de fugarse de la cárcel, entró en el banco con una ametralladora e informó a los empleados que iba a atracarlos. El robo no fue fácil, porque la policía cercó el banco e impidió la salida de los ladrones. Entonces tomaron como rehenes a 3 mujeres y 1 hombre, a los que tuvieron maniatados en una cámara acorazada durante 131 horas.
Entre las comunicaciones y negociaciones que se hicieron, pudieron hablar con Olof Palme, presidente de Suecia por aquel entonces, y con un viejo amigo delincuente de Olsson, Clark Olofsson.
El 28 de Agosto, cuando por fin la policía pudo intervenir reduciendo con gas a los secuestradores, liberaron a los rehenes y salió a la luz una fotografía donde uno de los secuestradores y una víctima del secuestro se besaban.
Posteriormente, los secuestrados dijeron haber estado más preocupados por el daño que lespudiera haber hecho la policía, que por los propios captores. Sin embargo, durante el cautiverio, habían sido maltratados y amenazados por los secuestradores, y aun así, los defendían ante la justicia y los medios de comunicación, pues no declararon contra ellos en el juicio.
Este acontecimiento sirvió para apodar como «Síndrome de Estocolmo» ciertos comportamientos singulares donde los rehenes muestran una clase de afecto a sus captores. El primero en utilizar este nombre, fue Nils Bejerot, un psicólogo que asistió a la policía durante todo el proceso del robo en el banco y lo utilizó en un informativo.
Esta circunstancia ha sido tan tergiversada, que a veces se tilda a todas las personas que han sufrido un cautiverio de padecer este episodio. Normalmente llega a ser una las principales preocupaciones que los familiares y secuestrados manifiestan tras una liberación.
En el mundo de la psicología, el Síndrome de Estocolmo se examina como una de las muchas respuestas emocionales que sobrellevan los secuestrados, debido al estado de inseguridad y desamparo que les produce la confinación. Aunque sea una respuesta infrecuente, no está de más conocerla y saber si es real cuando se manifiesta.
Realmente, esta patología sólo se muestra cuando la víctima llega a identificarse con el secuestrador, al asumir la responsabilidad del daño que le están haciendo, al imitar de manera física o moral al asaltante, o emular varios atributos de poder que lo determinan.
En cuanto se retiene a alguien en contra de su intención, se mantiene durante un tiempo confinado y sólo halla compañía en el secuestrador, puede desenvolver para subsistir, una relación de afecto hacia él. Esta unión se puede crear de manera inconsciente por el rehén con el fin de dominar la situación y obtener alguna clase de beneficio del captor. También puede ser una especie de mecanismo involuntario que ampara a la víctima en la sensación de que el secuestrador pueda serle una amenaza.
Acerca de esta última anotación, es de lo que trata el Síndrome de Estocolmo. Se analiza frecuentemente una especie de agradecimiento a los captores, tanto por el rehén, como por los familiares. Es un modo de dar las gracias por haberles permitido salir de esa situación con vida. De esta manera, se comprende que cualquier gesto de humanidad de los secuestradores, se reciba con gratitud y consuelo.
Otro de los sucesos conocidos de Síndrome de Estocolmo, es el que sufrió Patricia Hearst, que era nieta de un multimillonario norteamericano. Fue secuestrada en febrero de 1974 por la SLA, una entidad relacionada con la milicia y la política, denominada «Ejército Simbionés de Liberación»). Tras su cautiverio, se pudo ver en una fotografía con un arma durante un asalto a un banco. Por lo visto, había florecido en ella un episodio de Síndrome de Estocolmo, en el cuál había llegado a adoptar la ideologías del SLA y se cambió el nombre por el de Tania.
Niña reaparecida tras 8 años de cautiverio sufre el Síndrome de Estocolmo
Un caso reciente sobre este fenómeno. La opinión pública austríaca se conmocionó por el cautiverio de más de ocho años sufrido por la joven Natascha Kampusch, que desapareció con 10 años y reapareció con 18. Según los expertos, Natascha mostró síntomas de un fuerte «Síndrome de Estocolmo», ya que desarrolló una simpatía y apego a su captor, y se desconoce cómo y por qué hizo acopio de fuerzas para fugarse finalmente un miércoles 24 de Agosto del 2006.
Aparentemente, la joven se escapó y se escondió en el jardín de una casa en la localidad de Strasshof, al norte de Viena, cerca de la vivienda que se convirtió en su cárcel. Allí fue encontrada por una mujer que alarmó a la policía después de que la pálida Natascha le contase que había vivido los últimos años encerrada en un sótano.
En su primer contacto con las autoridades, la joven sólo dijo: «Soy Natascha Kampusch»; y reveló además que su secuestrador, Wolfgang Priklopil, un técnico de electricidad de 44 años, había partido hacia Viena en un auto BMW 850i de color rojo.
El caso se había convertido en la mayor búsqueda policial de la historia de Austria, manteniendo en vilo a la opinión pública austriaca y llamando la atención a nivel internacional. Los padres de la víctima la reconocieron en una reunión que hizo llorar a Natascha, y poco después, a las 21.00 hora local, su captor se suicidó arrojándose a las vías de un tren de cercanías al norte de Viena, muriendo aplastado.
Natascha lloró al enterarse de la noticia, lo que evidencia este principio de «Síndrome de Estocolmo». La policía registró la casa en cuestión, donde encontró un escondite de tres metros de largo, 1,6 metros de ancho y dos de profundidad, cavado a partir de la fosa de un garaje y accesible a través una hueco de 50 por 50 centímetros que se cerraba con un sistema electrónico.
Allí había una cama y una pequeña estantería con libros infantiles y para adultos, así como un receptor de radio y un televisor. En ese reducido espacio Natascha vivió supuestamente los últimos ocho años, aunque en los últimos tiempos parece que algunas veces pudo salir allí.
Las primeras declaraciones de la joven arrojaron que la chica no estuvo siempre encerrada sino que en los últimos años el secuestrador le permitió de vez en cuando acompañarle al supermercado e incluso quizás en algún viaje de vacaciones o paseos por el jardín de la casa.
Sin embargo, parece haber estado sometida a fuertes presiones para que no contacte a ningún extraño, por lo que todo apunta a que su secuestrador fue prácticamente la única persona con la que mantuvo una relación, inclusive de caracter sexual y de mútuo acuerdo según contó Natascha.
Visto en Secuestroexpress, Obvius, Terra, Cepvi y La segunda puerta
Hola Andrés. He incluido este post en la entrada que acabo de publicar; aquí tienes el enlace:
http://elmundoderafalillo.blogspot.com/2010/01/no-es-mio-pero-es-interesante-viii.html
Pero no es el único…
Gracias Rafalillo.