No es fácil acceder a Rennes le Cháteau, un extraño pueblecito, casi deshabitado, que por las noches se vacía para dejar paso al silencio, pero que, a pesar de su naturaleza solitaria, ha ingresado en las crónicas de la historia de tesoros escondidos, reliquias perdidas y dinero, mucho, mucho dinero. Todo comenzó con un humilde párroco que, poco más de un siglo atrás, quería restaurar la pequeña iglesia del pueblo y encontró algo inesperadamente.
Corría el año 1885 y François-Bérenger Saunière, el párroco del que hablamos, acababa de llegar al pueblo, las arcas de la iglesia estaban vacías y no había dinero para remodelar la iglesia que, literalmente, se caía a pedazos. Saunière, con muchos esfuerzos y dinero de su bolsillo, consiguió realizar algunos arreglos en la iglesia. Así fue en un principio, hasta el momento en el que el humilde párroco comenzó a gastar dinero y cambió el aspecto del pueblo.
Francois-Bérenger Sauniére: Nacido el 11 de abril de 1852 en Montazels, pueblo cercano a Rennes le Cháteau, se convirtió en el párroco de este último en junio de 1885, a la edad de 33 años, tras haber estudiado en el seminario mayor de Carcassonne. Arriba, el sacerdote frente a la iglesia restaurada.
Francois Berenger delante del pilar inverso.
«¡Hoy he encontrado un tesoro!»
Rennes le Cháteau es un lugar singular, un referente para los romanos, visigodos, templarios y cátaros: para el pintor Nicolás Poussin, para el hermano del emperador de Austria, y para otros personajes ilustres del siglo XX. Un buen día, Saunière escribió en su diario: «¡Hoy he encontrado un tesoro!». Según algunos, el párroco, al mover el altar de la iglesia, situado aún a la espalda a los fieles, pudo haber encontrado algo de gran valor.
Al levantar una pesada lápida de piedra situada entre las columnas sustentantes, parece que encontró cuatro pergaminos antiguos, dos pertenecientes al medievo y otros dos, a su predecesor en la parroquia. Saunière llevó estos documentos al obispo, en la cercana Carcassonne, quien le concedió permiso para ir a París: este viaje cambió su vida por completo. El párroco no sólo se dedicó a estudiar pergaminos antiguos en compañía de expertos, sino que comenzó a frecuentar los círculos esotéricos de París.
También se dio a la buena vida y pasó muchas horas en el Museo del Louvre, delante del cuadro «Pastores en Arcadia», del famoso pintor del siglo XVII Nicolas Poussin. El cuadro, realizado en 1640, representa un paisaje en cuyo centro hay un sarcófago con una inscripción o memento mori que dice «Et in Arcadia Ego» («también yo en la Arcadia (estoy)», que se podría interpretar como «yo, la muerte, reino incluso en la Arcadia»). ¿Qué hay en ese cuadro que tuvo embelesado durante tanto tiempo al abad Saunière, y que le impulsó a comprarse una copia? Por lo que parece, el artista, aunque nunca estuvo en Rennes le Château, lo pintó en el fondo del paisaje.
«Et in Arcadia Ego»: ¿Por qué este cuadro de Nicolás Poussin era tan importante para Saunière? ¿Qué secretos encierra la famosa inscripción del sarcófago?.
Un pequeño pueblo con un gran misterio: Rennes le Cháteau, en la foto de arriba, es un pueblecito con pocos vecinos perdido en la cima de una colina en las cercanías de Carcassonne, Francia. ¿Qué misterios guardan los pergaminos encontrados en la base de un pilar de la iglesia? Bajo estas lineas, uno de estos manuscritos, para los que hace falta una clave de descifrado muy precisa.
Un cambio sospechoso
Cuando Saunière regresó a Rennes le Château, no parecía tener más problemas de dinero. Concluyó una cara y extraña reestructuración de la iglesia y cambió su estilo de vida. Pasaba los días estudiando piedras que encontraba en sus largos y solitarios paseos por la zona. Se dice que en pocos años gastó el equivalente a 15 millones de euros. Se construyó una lujosa residencia con un jardín, un belvedere y la misteriosa Torre de Magdala, utilizada como biblioteca. El dinero le dio también para comprar nuevos terrenos, hacer donativos y construir una carretera hasta Rennes le Cháteau que sirvió, principalmente, para que llegase hasta allí la gente importante que comenzó a visitarle.
La casa se destinó a acoger a los numerosos huéspedes que llegaban: tanto es así que, en la cama de la que debía de ser su habitación, Saunière no reposó más que una vez muerto. ¿Qué fue lo que cambió la vida y personalidad del párroco? No se sabe con certeza. Pero lo que sí se sabe es que a su mesa se sentaron personalidades de la talla de Emma Calvé, la cantante lírica más famosa de la época, el secretario de estado francés para la cultura, nobles, economistas, políticos, y hasta el archiduque Juan de Austria-Toscana (o Juan Orth).
A la izquierda, Emma Calvé, a la derecha, Juan Orth.
Pero la historia no acaba ahí. En los años sucesivos, incluso tras la muerte del párroco, han llegado a este pequeño rincón perdido de los Pirineos muchos personajes conocidos, como el presidente francés François Mitterrand, Marlene Dietrich, Grace Kelly, Josephine Baker y Richard Wagner, quien quizás se inspiró aquí para componer su ópera Parsifal, historia basada en la búsqueda del Grial.
Visita del candidato socialista, François Mitterrand a Rennes-le-Château durante la campaña presidencial francesa en 1981.
El misterio de Saunière
En 1943, soldados nazis, bajo la guía de Otto Rahn, un dirigente nazi obsesionado con el esoterismo, excavaron en Rennes le Château con gran convicción. ¿Qué buscaban que tuviese tanto valor? ¿El tesoro encontrado por Bérenger Saunière? ¿Cuál era el verdadero secreto del sacerdote?
Iglesia de Rennes le Château.
Para saber más acerca de este misterio es necesario estudiar la iglesia, en tiempos dedicada a María Magdalena, tal y como la restauró Saunière. En la puerta de entrada una inscripción en latín reza «este es un lugar terrible»: en el interior se encuentran jeroglíficos que hacen referencia a los misterios del Antiguo Egipto.
Terribilis est locus iste (Este lugar es terrible, cita extraída del Génesis).
Representación de los textos y relieves en la entrada de la iglesia de Rennes le Chateau.
Memento mori arquitectónico de una calavera con huesos corona la entrada a la iglesia.
Un demonio llamado Asmodeo, que en la mitología hebrea era el rey de los demonios y el guardián del tesoro de Salomón, sostiene la pila de agua bendita. En una vidriera sobre el altar aparece representada la Última Cena con una mujer con una copa en la mano y sentada a los pies de Jesús: una referencia a María Magdalena, quien no aparece en los Evangelios. Todos estos signos tienen un marcado carácter «esotérico», hecho verdaderamente extraño en una iglesia católica.
Altar de Rennes le Chateau.
Altar de Maria Magdalena. En la parte trasera del altar figura una inscripción (ahora restaurada) en latín que dice: «Jesu medela vulnerum Spes una poenitentium Per Magdalenae lacrymas Peccata nostra diluas», que se podría traducir como «Jesus, remedio contra todos tus dolores, la única esperanza para la penitencia, a través de las lágrimas de Magdalena, podrás purificar tus penas» .
Pilar visigotico.
Tímpano de la entrada a la iglesia.
La pila bautismal está coronada por cuatro ángeles a cuyos pies reza la inscripción «Par ce signe tu le vaincras» («Con este signo le vencerás»). A los pies podemos ver dos basiliscos y el monograma BS. Encima de los ángeles podemos ver una cruz y una rosa en su interior, símbolo de los Rosacruces.
Asmodis, la figura del demonio que soporta la pila de agua bendita.
Fresco en relieve del «Sermón de la montaña».
Pero eso no es todo. Un indicio importante para acercarse al secreto de Saunière se encuentra en el interior de la iglesia: son las estatuas de los santos, cuyas iniciales forman la palabra «GRAAL» («GRIAL»):
G – San Germán (Saint Germaine)
R – San Roque (Saint Roch)
A – San Antonio de Padua (Saint Antoine de Padoue)
A – San Antonio Abad (Saint Antoine l’Ermite)
L – San Lucas (Saint Luc)
También que uniendo con una linea dichos santos (exceptuando a Maria Magdalena), se forme una M, inicial de la susodicha Magdalena.
Santa Germana (Sainte Germaine), figura situada entre la cuarta y quinta representación del viacrucis.
San Roque (Saint Roch), figura situada entre la décima y undécima representación del viacrucis.
San Antonio de Padua (Saint Antoine de Padoue).
San Antonio Abad (Saint Antoine l’Ermite).
San Lucas (Saint Luc), esta figura se encuentra al lado del nuevo púlpito que hizo construir Sauniére.
Pero las rarezas del sacerdote no terminan aquí. Se construyó un estudio junto al cementerio, sobre una gran cisterna de agua. En cierta ocasión, cuando en las inmediaciones se declaró un gran incendio, el sacerdote, que siempre estaba dispuesto a ayudar a la gente, se negó a utilizar esta agua. Para entender el motivo hay que recordar que, según los expertos en magia, el agua es una protección importante contra los influjos negativos y Saunière, tan cercano a los ambientes esotéricos franceses, podía necesitar seguridad.
La Ultima Cena: En esta vidriera situada sobre el altar, aparece representada una mujer con una copa en la mano postrada a los pies de Jesús. Una referencia a María Magdalena, a quien, por el contrario, no se menciona en el relato evangélico. Abajo a la izquierda, la entrada a la capilla. Abajo a la derecha, una vista del ábside con el cementerio.
María Magdalena: Esta obra, realizada por el mismo Saunière, representa a la Magdalena con los labios pintados de un extraño rosa fuerte.
La inscripción del rey Dagoberto II
Saunière, además de la iglesia, reorganizó también el cementerio. Destruyo algunas tumbas, quizá para no dejar huella de sus descubrimientos. Entre todas ellas, una llamó poderosamente su atención, la de la marquesa Marie d’Hautpoul de Blanchefort, mujer de la nobleza que había muerto un siglo antes. La inscripción de la lápida, realizada por su predecesor, el padre Bigou, era tan misteriosa que Saunière la destruyó. El padre Bigou había sido el capellán de la noble familia de los Blanchefort, quienes contaban entre sus antepasados con un Gran Maestro Templario, Bernard de Blanchefort, cuarto maestro de la Orden, que tenía su castillo a tan solo dos kilómetros de Rennes le Cháteau.
Abajo, unas reproducciones de las misteriosas lápidas de la tumba de la marquesa de Blanchefort, que Sauniére hizo destruir. Se dice que las inscripciones daban pistas para descubrir el tesoro que Sauniére descubrió, por ello quiso asegurarse que nadie más pudiera leerlas. Lo más curioso es que estas réplicas están confeccionadas en base a conjeturas, actualmente no hay pruebas ni se conservan las verdaderas
Tiempo atrás, el propio Bigou había realizado las primeras excavaciones en la zona. ¿Qué aportan las inscripciones? Copiadas por alguien con anterioridad, puede que hagan referencia a los pergaminos encontrados bajo el altar. Tras un concienzudo estudio se llega a la siguiente frase: «Al rey Dagoberto II y a Sion pertenece este tesoro y él está ahí muerto». La referencia al rey merovingio Dagoberto II (imagen de abajo) nos conduce al tesoro del Templo de Jerusalén, del que era guardián el demonio reproducido en la pila bautismal de Saunière.
Rey Dagoberto II.
La Torre de Magdala
Es una torre singular elevada sobre el belvedere. Contiene una biblioteca y cierra idealmente el perímetro de la casa y el jardín, construidos por Saunière. Sí, construidos, pero ¿con qué dinero? Esto, todavía hoy, es un secreto. Él nunca dio explicaciones sobre su repentina solvencia económica, ni siquiera cuando, tras un juicio, fue suspendido a divinis.
Cuando murió, después de haber sido readmitido en la Iglesia, el padre Saunière no poseía nada. Todo estaba a nombre de su ama de llaves, Marie Denarnaud. Ella, que habitaba en la lujosa casa de Saunière, fue la protagonista de un extraño episodio. Cuando en Francia, con el final de la II Guerra Mundial, aparecieron los nuevos billetes de franco, quienes quisiesen cambiar las viejas monedas debían declarar el origen de ese dinero. Entonces, Marie Denarnaud, para no revelar el origen del dinero, quemó en el jardín gruesos fajos de billetes.
Sin embargo, como de todos es sabido, «el diablo hace las ollas pero no las tapaderas» y el secreto de Saunière y Denarnaud fue puesto en peligro por un maestro de obra y su diario. Dicho maestro trabajó durante mucho tiempo para el prelado, para el que construyó también la Torre de Magdala. En su diario escribió haber recibido de Saunière el encargo de esconder una caja bajo la torre. ¿Puede tratarse del fabuloso tesoro de Rennes le Cháteau? Las investigaciones realizadas con escáner muestran que bajo la tone, en efecto, hay un paralelepípedo que podría ser la mencionada caja. Marie Denarnaud decía que «la gente que vive aquí camina sobre oro sin saberlo». ¿Que quería decir?
Villa Béthanie: Saunière y Marie Denarnaud en el jardín de la villa apenas concluida. Marie era el ama de Naves, y fue la única heredera de la fortuna del sacerdote.
Saunière junto a Elie Bot, el maestro albañil que le ayudó a edificar en Villa Béthanie, año 1903.
Saunière con los operarios en la baranda del jardín durante la construcción del complejo de Rennes le Château.
Saunière y sus gansos cerca del invernadero.
Villa Béthanie en 1904, vista de los jardines laterales
Torre Magdala con los exteriores acabados en 1905
Muchas hipótesis, ninguna certeza
Muchos son los estudiosos que se han hecho cargo de Rennes le Cháteau y del padre Saunière, y diversas son las conclusiones a las que han llegado. Están quienes creen que el sacerdote, sin blanca, encontró un tesoro en el sentido estricto de la palabra, con oro, joyas, piedras preciosas, dinero y quién sabe si algo más. Un tesoro que era la suma de todos los tesoros que a lo largo de los siglos habían aparecido en la zona, empezando por el antiguo tesoro de Salomón en Jerusalén, que primero fue robado por los romanos y luego por los visigodos, llegó a los cátaros -los herejes exterminados en 1244 en la vecina Montsegur- y terminó en manos de los caballeros templarios, quienes construyeron las fortalezas de la zona.
Según otra hipótesis, el «tesoro» de Saunière consiste en una serie de documentos que corroboran la veracidad de una antigua leyenda local: Jesús sobrevivió a la crucifixión y desde Palestina llegó al sur de Francia con algunos discípulos y María Magdalena. La versión más famosa de la leyenda sugiere que fuese solo María Magdalena quien llegó a Francia con algunos hebreos, de quienes procedería la primera dinastía de reyes franceses, los merovingios. Bérenger Saunière debió de vender aquellos valiosos documentos y se hizo increíblemente rico.
La versión oficial de la historia cuenta que Bérenger Saunière, simplemente, se dedicó al tráfico de donaciones y misas.
Torres y demonios: ¿Que secretos custodia la Torre de Magdala (arriba) y por qué la pila bautismal descansa, ni más ni menos, que sobre Asmodeo (bajo estas lineas), que en la mitología hebrea es el rey de los demonios y guardián del tesoro de Salomón?
Abajo, la condesa de Chambord. Esta distinguida dama, por cuyas venas corría sangre azul de los Habsburgo, determinó de forma súbita realizar generosas donaciones a algunos sacerdotes, quienes comenzaron a comportarse de una forma bastante rara a partir de ese instante. En Rennes-le Château, quien sacó provecho de sus ofrendas fue el padre Saunière.
Tumba de Bérenger Saunière.