– Josephine Clotullia fue la mujer barbuda más famosa la historia (cuando tenía 16 años, lucía una barba de 15 centímetros), siendo conocida por sus apariciones en el espectáculo de P.T. Barnum, en el siglo diecinueve. Tenía una barba 6 pulgadas de largo cuando ella era los solamente dieciséis. Josephine era una admiradora ardiente del monarca francés Napoleon III, tanto que recortó su barba como la de aquél. Cuando Napoleón III observó la imitación, quedó tan conmovido que le regaló un diamante.
– Richeborg, criado de una familia de Orleans en el siglo dieciocho, medía en su madurez 59 centímetros de alto. Cuando fue descubierto por la aristocracia, se le empleó como agente secreto durante la revolución francesa; iba disfrazado de niño y entraba y salía de París en los brazos de su “enfermera” con información confidencial. Murió en París a punto de cumplir 100 años. Aunque el hombre más pequeño del mundo fue Geoffrey Hudson, con 45 centimetros.
– Robert Wadlow ha sido el hombre más alto de todos los tiempos. Americano, nacido en Alton, Illinois, en 1918 era un americano nombrado Roberto Wadlow. Llevado en Alton, Illinois, en 1924, medía 1.85m. a los ocho años. A los quince, alcanzaba 2.30m. Su máximo fue de 2.72m. Murió en 1940 por inflamación de una extremidad inferior; usaba bastón a causa del peso.
– Williams Evans, un gigante en la corte de Carlos I de Inglaterra, conocido aquél por medir dos metros y cuarenta centímetros, acostumbraba a llevar un enano en su bolsillo, lo que divertía al rey.
– Terminando el siglo diecinueve, en Francia había un individuo conocido como el “prote de I’homme” o el “hombre protean”. Tenía un control excepcional sobre todos sus músculos y podía resaltar o torcer cualquier parte a la voluntad. Era capaz de endurecer los músculos de su estómago de modo que podían soportar el golpe de un martillo. Asimismo, tenía la habilidad de dilatar su abdomen para recrear el aspecto de un obeso o para parecer un esqueleto viviente. Según Quatretages, un médico francés célebre en aquel tiempo, prote de I’homme podría apagar toda la sangre del derecho de su cuerpo y controlar el golpeo de su corazón, hazañas debidas a su gran control muscular.
– En una reunión de la sociedad física de Viena, el cuatro de diciembre de 1894, se presentó al público una muchacha de mediana edad que pesaba aproximadamente 100 kilos. El porqué había llegado a ese peso no era por su salud ni por no llevar una dieta equilibrada, sino por algo mucho más extraño: jamás transpiraba.
– En 1657, Jakob van Meekren, médico holandés, registró el caso de un español llamado Georgius Albes que podría estirar la piel de su pecho izquierdo hasta su oído izquierdo, y la piel de la base del cuello hasta su barbilla. Se debía a una condición conocida como dermatolysis, fenómeno que también explica las capacidades de muchos hombres de la India.
– A finales del siglo diecinueve, los doctores descubrieron a un portero mexicano llamado Paul Rodrigues que tenía un cuerno de más de diez centímetros de largo de la parte superior de su frente. El cuerno se encontraba dividido en tres ejes principales y tenía una circunferencia de cerca de 35 centímetros.
Su caso no fue el único. W. J. Erasmus Wilson, un dermatólogo inglés del mismo siglo, tenía registradas noventa cajas que contenían supuestos cuernos humanos: cuarenta cuatro de mujeres y cuarenta seis de varones. De ellos, la mayoría se situaban en la cabeza; algunos, sin embargo, crecieron de la cara (varios en la nariz), en los muslos, en el trasero, en el pie, e incluso hubo, al parecer, uno en el pene.