Para poder valorar un diamante, se tienen en cuenta cuatro propiedades de la gema, que son su color, talla, pureza y peso en quilates. A estas cuatro características se les denomina las 4C. Existe una tabla denominada de Rapaport (en honor a Martin Rapaport), en la que podemos medir las propiedades del diamante para conocer su precio. Según la forma que tenga el diamante, el peso, el color y la pureza expresada en abcisas, se indica un algoritmo con el que poder valorar en dólares el diamante. Por ello los diamantes más apreciados son los más incoloros, con mayor pureza, una talla perfecta y con un gran peso en quilates.
El quilate es la medida que se emplea para valorar el peso de las piedras preciosas, como por ejemplo los diamantes. Esta palabra procede del nombre para designar el hueso del fruto de un algarrobo africano, el «kuara». Sin embargo otras fuentes lo relacionan con el término griego «keration», palabra con la que se designaba también al algarrobo. El nombre se estableció debido a que antiguamente se contrapesaba las piedras preciosas con semillas de algarrobo, las cuales poseían un peso uniforme entre ellas. Más tarde los árabes adquirieron esta unidad de peso para derivarla en la palabra «quirat», de la que procede la moderna palabra «quilate».
Esta medida fue instaurada en 1907 y su abreviatura es CT. El quilate métrico corresponde a 0,2 gramos (200 miligramos) y proviene históricamente de una cientocuarentava parte (1/140) de una onza, que son 0,222 gramos aprox. El diamante se pesa con una exactitud expresada en centésimas, dividiéndose el quilate en 100 puntos. Por ello, un cuarto de quilate se expresaría con 25 puntos, aunque la jerga «medio punto» también designa medio quilate.
El precio del diamante no tiene una relación lineal con su peso, ya que aumenta exponencialmente según cruce ciertos umbrales. De esta manera, un diamante que pese dos quilates, no valdrá el doble de lo que pese un diamante de un quilate, pues puede valorarse hasta siete veces más. Esto es debido a que los diamantes de gran tamaño son escasos y se revalorizan.
La pureza del diamante evalúa las imperfecciones o incisuras que posea, tanto dentro como en su superficie, así como elementos gaseosos, líquidos u otros cristales diminutos dentro del diamante. A veces podemos encontrar partículas imperceptibles de grafito, diópsido, granate, circón, cuarzo u otros silicatos que pueden ser útiles para revelar la procedencia del diamante, pues conforman ciertas particularidades que no se producen en todo el mundo. Según el emplazamiento y el tamaño de estas inclusiones, podremos determinar el grado de pureza del diamante.