«Still life with animated dogs» es un corto del checoslovaco Paul Fierlinger que dura casi media hora, y nos describe cómo ha vivido varias fases de su vida desde su Checoslovaquia natal en época comunista, hasta que se tuvo una mejor vida en Estados Unidos. Pero lo hace presentado varios perros que han habido en su vida, ya que según él, su forma de comunicarse y dar amor de sus perros, supera a cualquier palabra humana.
No son todos los perros que ha poseído, pero sí los que le acompañaron en momentos cruciales en su vida. En estos dibujos, conoceremos a Roosevelt, Ike, Johnson y Spinnaker, los acompañantes caninos que ayudaron a Fierlinger a evolucionar como artista y hombre. Estas vividas animaciones ilustran las aventuras de estos perros que compartieron un viaje de 40 años desde la desesperación hasta la prosperidad.
Roosevelt
Viviendo en la Praga stalinista en la década de los 50, un joven artista llamado Paul Fierlinger estaba deprimido y frustrado, en un estado de rebeldía en contra del régimen político donde el gobierno comunista tenía el poder desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Fierlinger centró la atención de las miradas ajenas por ser diferente en un lugar donde la simetría era la ley del proletariado. Vivir en su apartamento en un ático sin cerrar era ilegal. Se dejó barba, lo que era muy sospechoso para un hombre joven. Las «extrañas pinturas» que dibujaba fueron menospreciadas porque el arte se suponía que debía ser realista.
Tuvo un perro en un tiempo donde sólo los campesinos los poseían para ahuyentar a los extraños. Para hacer las cosas más difíciles, llamó a este Terrier escocés con el nombre «Roosevelt». Mientras Fierlinger tenía un carácter beligerante, Roosevelt aprendió a permanecer apartado del punto de mira. De esta manera, le enseñó a Fierlinger una valiosa lección en la desobediencia civil: «Cuando se trata con la autoridad, es mejor ser escurridizo y hacer todo por debajo de la mesa. Roosevelt nunca le falló hasta el día de su muerte.» Fierlinger buscó la libertad usando esta importante lección como herramienta.
Ike
Tras la muerte de Roosevelt, Fierlinger se enteró de un perro incontrolable que necesitaba una nueva casa. Una mujer le entregó un incansable perro que era puro nervio, al que le llamó Ike. Para poder llevar a Ike a todas partes, Fierlinger creó un falso documento que le certificaba como un entrenador de perros guía.
«Tener que cuidar de un perro me permitió mantener la poca decencia y autoestima que quedaba en mi.» dijo Fierlinger. Debido a que la comida para perros manufacturada era inexistente y la carne era escasa, algunos de los mejores restaurantes en la ciudad servían a Ike una selección de sus sobras debido a su condición de perro guía. El hombre y el perro no se separaron ni un minuto en seis años, hasta que Fierlinger escapó del poder comunista.
Al poder falsificar documentos para engañar al Ministerio de Asuntos Internacionales y que le dieran una visa extra, Fierlinger tuvo finalmente la oportunidad de dejar el país a finales de los 60.
Johnson
El artista pronto encontró otro leal compañero una vez se estableció en Estados Unidos. Johnson era un Boston Terrier con un carácter extravagante y carismático, su primer perro como un «hombre libre.» Este descubrió a Fierlinger una parte de si mismo que no conocía. Una vez Fierlinger tuvo que ver a un cliente en una estación de tren.
Mientras el hombre se acercaba al coche de Fierlinger, este le regañó al perro Johnson para que permaneciera en el asiento de atrás, en vez del delantero: «¡Ponte atrás!» El cliente, que parecía el hermano menor de Hitler, susurró tímidamente «Oh, está bien…», y abriendo la puerta trasera, se sentó junto a Johnson creyendo que el grito estaba destinado a él. Fierlinger probó por primera vez lo que era mandar en otra persona.
Spinnaker
Paul Fierlinger se convirtió en un animador ganador de premios que vivió en los suburbios de Filadelfia, donde tuvo un terrier llamado Spinnaker, que le fue entregado por una mujer de la Sociedad de Perros Rescatados.
«Spinnaker sabía interpretar mis comportamientos, especialmente cuando tenía que ver con sus propios deseos o miedos.» A través de sus paseos diarios y en los viajes por mar, Fierlinger reflexionaba sobre los íntimos lazos que se forman entre un hombre y un animal, y sobre los divinos poderes de la naturaleza.
Los perros siempre han estado para animar la vida de Fierlinger, recordándole lo que era el amor aun en los momentos más sombríos. Esta animación es un retrato del artista, una introspección a las conexiones que se forman entre especies y una oda al mejor amigo del hombre.
Sintiéndolo mucho, el vídeo no está traducido al español, pero si habéis leído las historias que he narrado arriba por encima, podréis disfrutarlo igualmente sin problemas.
Si el vídeo no funciona, puedes verlo aquí.