A lo largo de su historia, actuaron sobre nuestro planeta fenómenos diversos que fueron alterando su superficie. Uno de los más importantes, y el más poderoso, es el que se conoce con el nombre de tectónica de placas. Este fenómeno se debe a que la rígida capa externa de la Tierra, la litosfera, está formada por unas veinte placas semirrígidas que encajan entre sí como las piezas de un rompecabezas.
Las placas se comportan como si flotaran: chocan unas con otras, y se desplazan sobre la superficie terrestre. Esto determina la aparición de cordilleras y montañas, la expansión de los océanos (fosas y cordilleras oceánicas) y lo que se conoce como deriva de los continentes, que produce movimientos sísmicos y erupciones volcánicas.
En 1915, Alfred Wegener , meteorólogo y geofísico alemán, propuso la teoría sobre la deriva de los continentes. Este científico alemán sostenía que hace millones de años todos los continentes estuvieron unidos en un supercontinente que llamó Pangea.
Alfred Wegener (1880-1930)
Éste se fragmentó en varias partes que se desplazaron por la superficie de la Tierra hasta ocupar aproximadamente las posiciones actuales. Esta teoría se basaba en pruebas geográficas, geológicas y paleontológicas, pero presentaba un importante punto débil: no podía explicar el mecanismo que desplazaba los continentes, por lo que inicialmente fue rechazada.
A partir de 1960, nuevas pruebas la corroborarían y darían lugar a la teoría de la tectónica de placas. En esa década se logró cartografiar el fondo de los océanos y se pudo advertir que existen cordilleras submarinas situadas en el centro de los océanos: las dorsales oceánicas.
Los estudios paleomagnéticos determinaron que las rocas de esas montañas eran más antiguas cuanto más alejadas estaban de las dorsales, lo que probó que el magma surge en las dorsales y forma nuevas rocas.
Además, las rocas del fondo eran más jóvenes que las de los continentes, lo que explicaría la formación de los océanos como expansión de su fondo. Gracias a estos descubrimientos, y rescatando las ideas de Wegener, se formuló en 1967 la teoría de la tectónica de placas, según la cual en la superficie terrestre se encuentran dos capas: una unida rígida (la litosfera), que se asienta sobre otra capa con un comportamiento más plástico (la astenosfera).
La litosfera está fragmentada en placas. A causa de la variación de temperatura y densidad, estas placas se desplazan y en algunos lugares del límite entre la astenosfera y litosfera, se separan o colisionan.
La litosfera se fracciona en siete grandes placas: Pacífica, Euroasiática, Norteamericana, Sudamericana, Africana, Indoaustraliana y Antártica, aparte de numerosas microplacas, como la del Caribe, Filipina, Iraniana, etc.
Las diferencias de densidad y temperatura de estas placas litosféricas en contacto con la astenosfera originan corrientes de convección (la materia más fría tiende a descender, mientras que la más caliente asciende) que explican su desplazamiento. Los límites de estas placas están sometidos a enormes fuerzas de tensión, de compresión o de cizalla, según el movimiento sea divergente, convergente o de traslación lateral.
Estas poderosas fuerzas se manifiestan en procesos geológicos, como por ejemplo los volcanes, las fallas, los terremotos, la formación de cordilleras o la expansión de los océanos.
En los límites divergentes se produce una separación entre las placas litosféricas. También se denominan límites constructivos, ya que los materiales del magma suben hacia la superficie y se solidifican construyendo nueva corteza oceánica -las dorsales oceánicas o cadenas montañosas submarinas- y expandiendo el fondo oceánico.
Todos los fondos de los grandes océanos están recorridos por dorsales, que tienen una anchura media de unos 1.000 kilómetros y sus cimas se elevan hasta los 4.000 metros sobre el fondo oceánico. Si se sumaran todas las dorsales oceánicas, alcanzarían unos 65.000 kilómetros. El eje longitudinal de estas dorsales es una zona deprimida en forma de valle: el llamado valle de hundimiento o rift de la dorsal. También hay rifts continentales.
Los límites convergentes se establecen entre placas que tienden a juntarse. También se llaman límites destructivos, porque transforman parte de la litosfera. Cuando dos placas chocan, la más pesada se hunde bajo la más liviana y se fusiona con la astenosfera.
El proceso de hundimiento de la placa litosférica en el manto se llama subducción y provoca la formación de las fosas. La fricción entre dos placas también origina los terremotos y el aumento de la temperatura favorece la actividad volcánica.
La mayoría de las zonas de subducción del globo se encuentran en el denominado Anillo de Fuego, en el océano Pacífico. Cuando colisionan dos placas continentales ninguna de las dos se hundirá, sino que los límites se plegarán originando una cordillera como los Andes, en Sudamérica.
Límite constructivo – Muchas placas litosféricas se separan en el fondo del océano; entonces, los materiales de la astenosfera ascienden al exterior y construyen corteza oceánica.
Límite destructivo – Al chocar una placa oceánica y una continental, la primera, más densa, se hunde bajo la segunda. Es la subducción propia del Anillo de Fuego del Pacífico.
Superficie terrestre – La litosfera tiene dos capas, corteza y manto superior. La primera puede ser oceánica o continental. Un sector del manto se llama astenosfera.
Rift continental – La fractura de la placa Africana hunde la corteza continental. El magma de la astenosfera asciende y provoca una gran actividad volcánica y sísmica en la zona.
Es muy importante conocer los límites convergentes y divergentes en el pasado, para relacionarlos con la gènesis de yacimientos minerales.
La verdad me hubiera gustado saber con que otros nombres se les conoce a los movimientos de las placas
Muy interesante el material, tanto el contenido textual como las imágenes. Lo utilizaré para mi clase de ciencias. Gracias.