Era necesario recorrer palmo a palmo la geografía peninsular, anotar “lugares, ríos, arroyos y montañas por pequeños que fuesen” y establecer distancias y cotas, usando la triangulación geodésica, un método para calcularlas ideado por Regiomontano y publicado por primera vez muy pocos años antes por Gemma Frisio, matemático flamenco al servicio de la Corona. La tarea requería también construir nuevos y más precisos instrumentos para medir ángulos, distancias y alturas (astrolabios, planisferios y niveles) y representarlo todo sobre el papel: en definitiva, “asentar los lugares en la carta o pintura”.
Compás y anillo astronómico de Pedro de Esquivel
La muerte de Esquivel, seguida poco después por la del joven Diego de Guevara y en 1576 por la de Lastanosa, no permitió que el proyecto llegara a rematarse, aunque todo parece indicar que estaba muy avanzado. Los papeles pasaron a poder de Juan de Herrera –el omnipresente “criado” del rey en casi todo lo relacionado con las cuestiones científicotécnicas– pero ahí se pierde su pista. Unos pocos esforzados historiadores aún tratan de encontrarlos.
Cosmografía de Apiano.
En 1566, la Corona encargó al matemático y capellán real Pedro de Esquivel la elaboración de un mapa detallado y una exacta descripción topográfica de la Península Ibérica. Para ello se construyeron los astrolabios, cuadrantes, niveles y otros instrumentos de medición más precisos de la época.
Mapa de España de Pedro de Medina (1548)
Mapa llave del «Atlas de El Escorial» (1540)
Atlas del Escorial
Mapa de G. Cook (1553)
Mapa de Waldseemüller (1507)
Mapa de América de Abraham Ortelius (1570)