Las consecuencias de las toxinas en el cuerpo humano y el riesgo de padecer cáncer son a largo plazo. La mayoría de las dioxinas que va acumulando nuestro cuerpo, son elementos contaminantes emitidos a la atmósfera que posteriormente se incorporaron a la cadena alimentaria, como la leche, los huevos o la carne. Se estima que el 10% de las dioxinas proviene del aire.
Experimentos que se realizaron en ratones han demostrado que, en dosis elevadas, las dioxinas provocan trastornos hormonales, inmunitarios y reproductivos, además de modificar el crecimiento de los embriones.
Dichas sustancias se almacenan mejor en las grasas animales, por lo que se recomienda moderar su consumo. Aun así, el riesgo de contraer cáncer tras ingerir productos contaminados no es excesivo si se compara, por ejemplo, con el tabaco. Un ejemplo de principal generador de dioxinas, serían las fábricas de pasta de papel que emplean cloro o dióxido de cloro como agente blanqueador.
Menos mal que es a dosis elevada. Y que el riesgo de contraer cáncer no es excesivo.